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Actualizado: 4 de julio de 2025


Moral y cristianamente hubiera sido mejor que Felícitas no se suicidase, que terminase su vida de otro modo; que, por ejemplo, muriese de pena. Aquel suicidio, sin embargo, harto se ve que está motivado por la locura: por un frenético e irresistible arrebato que exime de toda responsabilidad a Felícitas.

Manolito se encrespó terriblemente al oirlo; sus ojos llamearon siniestramente; se dirigió frenético, agitando los puños, hacia Pepe, que se volvió hacia él y dió un paso atrás preparándose a rechazarle. ¡Eso que me has dicho es una porquería! ¡Es una infamia que merece una estocada o un tiro! Es una cobardía porque estás en tu casa....

En el estado de estupor en que quedó, les fué fácil conducirlo adonde les plugo. Aquella tarde fueron unos amigos a verle. Le hallaron relativamente animado. No dejó de sorprenderles un poco, porque sabían el frenético cariño que profesaba a su madre. Habló de su ciencia con ellos, y habló largo rato, expresándose con verbosidad en él inusitada.

Todo lo arma decía él ese cerdo cebado del Arcipreste, unido al faccioso del cura de Boán e instigando al usurero del mayordomo de los Pazos, el cual a su vez mete en danza al malcriado del señorito, que está enredado con su hija. ¡Vaya un candidato! exclamaba frenético , ¡vaya un candidato que los neos escogen! ¡Siquiera el otro era persona honrada!

La muchedumbre se estancaba en las calles principales impidiendo el paso de los carruajes, que se veían obligados á permanecer inmóviles largo rato. De pie sobre ellos, máscaras con grotescas cabezas de cartón excitaban la risa de la gente, gritando y manoteando de un modo frenético: estaban roncos ya casi todos.

Ninguno le igualaba en furor y osadía, razón por la cual su gente, entusiasmada con tal ejemplo, arrollaba á los contrarios cual si fuesen manadas de carneros. Nuestra viajera no sabía cómo expresar su frenético alborozo ante la sublime tragedia. «¡La gloria! ¡Qué gran cosa es la gloria! exclamaba, siguiendo lo más cerca posible al rey victorioso.

Cuando los hombres se recobraban de su pasmo volvían a hacer a la mujer de peor condición que al esclavo más humilde; pero, en ocasiones, una mujer bien lavada, cuidada y compuesta, infundía amor ferviente, frenético entusiasmo y cierta adoración como si fuese algo divino.

Yo la hubiera estrechado entre mis brazos, la hubiera arrancado frenético aquella corona de rosas blancas... De seguro Amparo hubiera sido para una esposa sumisa... Pero... yo quería su amor... y ella... ¡ella se había casado conmigo porque se lo mandaba yo! ¡por agradecimiento!

Con tal motivo nuestro caballero empezó a sentirse inquieto por la suerte de su hermana. Si no fuera por el amor entrañable, frenético, que ésta profesaba a su prometido quizá hubiera pensado en desbaratar su unión. Elena se apresuró a cortar la conversación. ¡Ea, basta de filosofías! exclamó con acento mimoso . Yo soy la obsequiada en este día y nadie se ocupa de para nada.

Hastiada de los devaneos cortesanos, encontraba vivo atractivo en ser adorada de aquel modo frenético y mudo, en desempeñar el papel de diosa. Una mirada suya hacía empalidecer o enrojecer a aquel niño; una palabra le alegraba o le entristecía hasta la desesperación. Raimundo iba al Real todas las noches que le tocaba el turno a Clementina.

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