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Actualizado: 12 de junio de 2025
Allí me esperaba la dueña de la casa en su ataúd clavado y entre cuatro cirios. Cerca de ella había una religiosa pasando las cuentas de un rosario. La religiosa me entregó una rama de boj mojada en agua bendita, y yo sacudí gravemente unas cuantas gotas, en señal de bienvenida, sobre el ataúd forrado de lana blanca.
En ciertos viajes predominaban los comerciantes, y la cubierta de paseo era durante veinte días igual a un salón de Bolsa. Rodaban millones de la mañana a la noche, y el buque se movía con el aplomo insolente de un banquero bien forrado que no teme al destino. Las enormes cantidades, compuestas puramente de palabras, parecían gravitar realmente en sus entrañas con peso abrumador.
El piano es de madera, con las teclas pintadas; y no tiene banqueta de tomillo, que eso es poco lujo, sino una de espaldar, hecha de la caja de una sortija, con lo de abajo forrado de azul; y la tapa cosida por un lado, para la espalda, y forrada de rosa; y encima un encaje.
Y le duró más de siete, y se templó en tales términos y se arregló la envejecida y desconcertada máquina de mi tío de tal manera, que, no en un cesto, sino bien sentado en el sillón de vaqueta de su dormitorio, y bien forrado y envuelto en mantas y capotes, consiguió darse más de cuatro «panzadas de sol» al aire libre en el abrigado rincón de la solana, adonde le sacaba yo poco menos que en vilo, por la puerta de su alcoba, entre las tempestades de votos y reniegos con que protestaba contra «la perra acabación» que en tan miserables extremos le ponía.
Luego, levantando por detrás, con la punta del espadón, bufonamente, la capa, se quitaba el chapeo y, haciéndole barrer el piso con la pluma, saludaba de esta guisa a las mozas, cual si fueran infantas de España. Un arcón, forrado de bayeta amarilla, le servía de asiento. Cuando traía las botas enlodadas acercábase al brasero para secarse las suelas. Era natural de Turégano, en Castilla la Vieja.
Sobre el piso del escaparate, forrado de peluche verde, se alineaban varios pares de zapatos y botas, realmente exquisitos, apoyados oblicuamente en sendos sustentáculos de níquel, y con inscripciones debajo que decían: «Zapatos de piel de Suecia; encargo de la excelentísima señora duquesa de Somavia.» «Bota de becerro; para el señor Novillo», y así otros varios encargos de personas distinguidas y elegantes.
Conocía la fama de intolerantes que tienen los españoles para con los israelitas. Desgraciadamente aquel honrado hombre forrado de nuevo no podía ocultar su cara. La señora de Villanera sospechó que, por lo menos, era un hebreo convertido. Mantoux, que había transigido más de una vez con su conciencia, no hizo escrúpulos al acto de renegar de la religión de sus padres.
Estuches de piel de Rusia, separados entre sí por capas de algodon, llenaban el fondo forrado de terciopelo gris. Todos esperaban maravillas. El marido de Sinang confiaba ver carbunclos, piedras arrojando fuego y brillando en medio de las tinieblas. Cpn. Basilio estaba ante las puertas de la immortalidad; iba á ver algo positivo, algo real, la forma de lo que tanto había soñado.
Sí; me he puesto cuerpo de terciopelo, y además este gabán está bien forrado. Eso, eso, mi corazón. Si papá sabe que salimos tan de mañana, me va a reñir porque se lo consiento. Es usted demasiado virtuosa, señorita. Pocas o ninguna llevarán a la edad de usted vida tan santa...
En la tienda de Arnaiz, junto a la reja que da a la calle de San Cristóbal, hay actualmente tres sillas de madera curva de Viena, las cuales sucedieron hace años a un banco sin respaldo forrado de hule negro, y este banco tuvo por antecesor a un arcón o caja vacía. Aquélla era la sede de la inmemorial tertulia de la casa.
Palabra del Dia
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