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Actualizado: 18 de mayo de 2025


En alguna ventana se veía lucir tras los vidrios mojados la pálida llama de una lámpara, y por cima de los edificios notaba esa claridad indecisa que anuncia desde lejos el asiento de las grandes ciudades. Las calles estaban enlodadas, los jardinillos de las plazas encharcados con el continuo gotear de las ramas de los árboles, cuyas hojas aparecían como barnizadas por la lluvia.

Luego, levantando por detrás, con la punta del espadón, bufonamente, la capa, se quitaba el chapeo y, haciéndole barrer el piso con la pluma, saludaba de esta guisa a las mozas, cual si fueran infantas de España. Un arcón, forrado de bayeta amarilla, le servía de asiento. Cuando traía las botas enlodadas acercábase al brasero para secarse las suelas. Era natural de Turégano, en Castilla la Vieja.

La risa le retozaba en el cuerpo, con los dedos metidos en la faltriquera iba palpando los duros, y de trecho en trecho, temerosa de ser seguida, volvía la cara. Precaución inútil. Don Juan marchaba en dirección contraria, y de tan mal humor, que ni siquiera dirigía una mirada a las mujeres que, al cruzar las calles enlodadas, se recogían las faldas, enseñando algo de lo que a él tanto le gustaba.

En la cocina de Can Mallorquí, los pretendientes de Margalida formaban una masa de alpargatas enlodadas y cuerpos humeantes por la evaporación de sus ropas húmedas. Esta noche el cortejo sería más largo. Pep, con aire paternal, había permitido a los atlots que esperasen después de pasada la hora del galanteo. Sentía lástima por aquellos muchachos, obligados a caminar bajo la lluvia.

Y se dirigió á una puerta en paso rápido, poderoso, en que se revelaba la excitación de que estaba poseída. Don Juan la siguió. Y dominado por lo extraño, por lo maravilloso, y aun podemos decir por lo terrible de la situación, ni aun se acordó de que iba pobremente vestido, con su sombrero ajado, su capilla parda y sus botas de camino enlodadas hasta las corvas.

Ahora dijo Juan , lo que importa es que vuesa merced se mude de medias y se ponga zapatos. ¿Y con qué, voto á Baco? dijo Quevedo. Con mis zapatos y con mis medias. Paréceme bien dijo Quevedo echándose fuera las calzas enlodadas , pues digo que el enclavamiento fué donoso. A él debéis la vida, que si la tierra no está blanda, os estrelláis. ¿Y qué vas á ponerte?

Palabra del Dia

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