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Actualizado: 12 de junio de 2025


Pero no; debía estar muy bien forrado, a cubierto de golpes y magulladuras; sus vinculaciones oficiales, de que él tanto alardeaba, servíanle de escudo contra la crisis.

Aquella misma noche en que acontecieron al sobrino de su tío las extraordinarias aventuras que dejamos relatadas en el capítulo anterior, y cabalmente en los momentos en que el joven sostenía su extraño diálogo con la dama encubierta, doña Juana de Velasco estaba sentada en un ancho sillón forrado de terciopelo, al lado de una mesa, leyendo á la luz de los dobles mecheros de un enorme velón de plata, un no menos enorme libro á dos columnas, mal impreso y cuyo papel era fuertemente moreno.

Era de sentir la pérdida, porque un caballo que sustituyera dignamente a Brillante había de costar algún dinero; pero ¡qué demonio! cuatro o cinco mil reales no arruinan a nadie. Y el señor Cuadros hablaba del dinero con expresión de desprecio echando atrás la cabeza y sacando el vientre como si lo tuviera forrado con billetes de Banco.

Y llegando despues al parage donde habia derribado al caballo, lo hallaron muerto, y á su lado un sombrero de cuero, forrado de alquimia y una lanza, como tambien un caballo ensillado: por lo que es de creer que muerto el dueño, lo retiraron sus compañeros.

Habían bajado la gran escalera del club; estaban en el vestíbulo, ella envuelta en una capa de seda con bordados de oro y ricas pieles, que le recordaba sus salidas de la Opera de París; él con el gabán abierto y un sombrero flexible forrado de seda.

Había un sofá forrado de tela encarnada y varias sillas, una consola y un espejo: las paredes estaban tapizadas con buena porción de estampas religiosas; el suelo de azulejos. Cuando me hallé solo, volvió a acometerme la misma inquietud y temblor que sentí al penetrar en el portal y tirar de la campanilla. La presencia de la monja me había distraído un poco y sosegado.

Vio al marqués de Fúcar, que había vuelto ya de Biarritz, orondo, craso, todo forrado de billetes de Banco; a Onésimo, que solía mirar como suyo el Tesoro público, a Trujillo el banquero, a Mompous, al agente de Bolsa D. Buenaventura de Lantigua, y otros. De estos poderosos, unos la conocían, otros no; alguno de ellos habíale dirigido tal cual vez miradas que debían de ser amorosas.

Albares es un tonto, forrado de lo mismo, que se muere por apariencias.... El caso es que todo el mundo en Vichy habla de ellos. Lucía se quedaba pensativa, fija la pupila en las canastillas de flores del parque, que parecían medallones de esmalte prendidos en una falda de raso verde.

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