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Actualizado: 19 de junio de 2025
Cuando la señorita se apartaba del zarzal, D. Manuel acertó a ver a la Nela a punto que esta había caído completamente de su burro, y dirigiéndose a ella, gritó: ¡Oh!... ¿aquí estás tú?... Mira, Florentina, esta es la Nela... recordarás que te hablé de ella. Es la que acompaña a tu primito... a tu primito. ¿Y qué tal te va por estos barrios?... Bien, Sr.
Quise saber pormenores de su vida. Los datos vagos que me había suministrado la madre Florentina habían excitado fuertemente mi curiosidad, y las reticencias de ahora no eran a propósito para calmarla. Isabel sabía poco, o no quiso decirlo. Parece que Gloria fue metida en el colegio contra su voluntad y que luego se hizo monja por no avenirse con su madre.
Justo, hijo del herrero Pascual Crespo, ha sido llevado á Hungría en su niñez por ciertos lances extraordinarios, y adoptado por un grande, que se llama Viana, el cual ha perdido también á su hija Florentina, robada por corsarios después de varios sucesos, y vendida á un hermano de Pascual Crespo, residente en Cartagena, en cuya casa vive con el nombre de Armelina.
Tiempo tendrás de verla dijo D. Francisco lleno de gozo . Sosiégate ahora. ¡Florentina, Florentina! repitió el ciego con desvarío . ¿Qué tienes en esa cara que parece la misma idea de Dios puesta en carnes? Estás en medio de una cosa que debe de ser el sol.
Su curiosidad era una fiebre intensa que de ningún modo podía calmarse. Cada vez era mayor su desconsuelo por no ver a la Nela; pero en tanto rogaba a Florentina que no dejase de acompañarle un momento. El tercer día le dijo Golfín: Ya se ha enterado usted de gran parte de las maravillas del mundo visible. Ahora es preciso que vea su propia persona. Trajeron un espejo y Pablo se miró en él.
Sus labios se mueven gritó Florentina. Habla. Sí, los labios de la Nela se movieron. Había articulado una, dos, tres palabras. ¿Qué ha dicho? ¿Qué ha dicho? Ninguno de los dos pudo comprenderlo. Era sin duda el idioma con que se entienden los que viven la vida infinita. Después sus labios no se movieron más. Estaban entreabiertos y se veía la fila de blancos dientecillos.
Empezaba a hacer los juicios a que daba ocasión esta extraña conducta de la Virgen, cuando oyó una voz varonil y chillona que decía: ¡Florentina, Florentina! Aquí estoy, papá; aquí estoy comiendo moras silvestres.
¿Es posible que se muera una persona sin causa conocida, casi sin enfermedad?... ¿Señor Golfín, qué es esto? ¿Lo sé yo acaso? ¿No es usted médico? De los ojos, no de las pasiones. ¡De las pasiones! exclamó hablando con la moribunda . Y a ti, pobre criatura, ¿qué pasiones te matan? Pregúntelo usted a su futuro esposo. Florentina se quedó absorta, estupefacta.
Esta vez regresamos en coche, y él, por más esfuerzos que hice para impedirlo, tuvo habilidad suficiente para colocarse a su lado. A mí me tocó escuchar por centésima vez la descripción de las extrañas dolencias que aquejaban a la madre Florentina.
Señor D. Teodoro indicó con desabrimiento D. Manuel convenga usted en que no hay otra como mi hija. Sí, en efecto manifestó Teodoro con intención profunda, contemplando a la joven no hay otra como Florentina. Con todos sus defectos dijo el padre acariciando a la señorita la quiero más que a mi vida.
Palabra del Dia
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