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Actualizado: 28 de julio de 2025


Todo cuanto han podido inventar las artes del embellecimiento femenil se reunía en su persona, sometida á los más exquisitos cuidados. Había vivido siempre para ella. Sólo desde algunos meses antes abdicó en parte este dulce egoísmo, sacrificando reuniones, tés y visitas, para dedicar á Desnoyers las horas de la tarde.

Parecía próxima á desmayarse de sorpresa, como si nunca hubiese sospechado esta pasión, extrañándose de ella con toda la ingenuidad de que es capaz el disimulo femenil. Pero hacía meses que se había dado cuenta del enamoramiento del héroe, riendo á solas de sus tímidas insinuaciones. En vano Martínez habló de su amor. La maestrita movía la cabeza negativamente.

El manto colgaba del cuello, redondo, carnoso y fuerte; la coraza de escamas de acero hinchábase con la presión del pecho mórbido de arrogante dureza, y los brazos desnudos, revelando el vigor del músculo bajo la suave curva de la grasa femenil, se apoyaban, uno en la lanza y otro en el escudo brillante y luminoso, como una lámina de cristal.

Pasó una mano por la espalda de Torrebianca, acariciándole con expresión paternal, mientras el marqués conservaba oculto el rostro. Aborrecía ahora á su esposa, pero al mismo tiempo experimentaba un inexplicable malestar pensando que iba á separarse de ella para siempre. Agitada por su curiosidad femenil, esperó la mestiza con impaciencia la hora de la cita.

El tango de los violines del bulevar es contestado como un eco por el tango de los violines de toda la Costa Azul y de las estaciones veraniegas que empiezan á abrirse. El ideal femenil, en este momento, no va más allá de bailar la danza de moda con un guerrero de los Estados Unidos. Se desvaneció la pesadilla; todo olvidado.

Tenían a las más pequeñas sentadas en las rodillas, mientras las otras, de pie y con unos atisbos de timidez y pudor femenil, no osaban acercarse mucho al banco, haciendo como que platicaban entre , cuando realmente sólo atendían a la conversación de los militares. Al otro extremo del paseo se oyó entonces un grito conocidísimo de la chiquillería. Barquilleeeeé....

Recordó el almuerzo en que había propuesto Su Alteza una vida solitaria y dulce. ¿Dónde estaban ahora los feroces «enemigos de la mujer»? Porque el coronel adivinaba en estos derroches del príncipe, en su repentina afición al juego, la obra de una influencia femenil. ¡Y él que no osaba jugar mas que algunas monedas de tarde en tarde, pensando en las enormes sumas confiadas á su lealtad!...

Miguel miraba la habitación: un dormitorio de mujer, todavía en desorden, con ropas sobre las butacas, esparciendo un perfume de carne femenil bien cuidada. A través de una puertecita vió un extremo del inmediato gabinete, con una mancha de humedad en el pavimento de mosaico, resto del baño matinal. Flotaba en el ambiente un perfume de agua de Colonia y de licor dentífrico.

En México, trémulo de femenil pasión y llena el alma como siempre, del ansia de morir a caballo, peleando por su país, escribió él, aquella composición suya, titulada «Patria y mujer»; composición que expresa bien, la grandeza de su alma, arrullada por suspiros de amor y agitada por gritos desesperados de deber.

Hasta el conde está borracho; borracho también ese jefe que hablaba con usted, y los demás. Algunos de ellos bailan medio desnudos. Deseaba callarse ciertos detalles, pero su verbosidad femenil saltó por encima de estos propósitos discretos. Algunos oficiales jóvenes se habían disfrazado con sombreros y vestidos de las señoras y danzaban dando gritos é imitando los contoneos femeniles.

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