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Actualizado: 16 de junio de 2025


Frígilis había advertido a don Víctor, al ponerle la cruz al pecho, que a doña Anuncia la enamoraban los discursos que no entendía y las condecoraciones. Quintanar mientras hablaba se sentía en ridículo; pero la vieja estaba fascinada. «Don Frutos, pensaba ella había aplastado terrones en los suburbios de Vetusta, doce años antes; se acordaba de haberle visto en mangas de camisa».

No sería fácil ir a buscarte a cien metros de profundidad que tiene ese agujero. Lucía, fascinada, se aproximó a la boca. Los gases mefíticos exhalados del pozo hacían temblar la llama turbia de las lámparas. Allí no hacía calor, sino frío; un frío espeso, sin aire respirable.

Carmen se asomó a mirar. Allí estaba Fernando, esbelto, seductor, con su cara pálida y fina, su bigote negro, sus ojos endrinos y soñadores. Tenía despejada la frente, rizo el cabello obscuro, y sensual la boca, sonreidora y correcta. Entró el viajero en el zaguán, y quedóse la muchacha fascinada, dudando si en efecto sería aquel Fernando Alvarez de la Torre hijo de doña Rebeca.

Y ella, fascinada por aquella mirada ardiente, murmuraba cerrando los ojos: ¡Gracias!... ¡gracias!... ¡Carlos mío! Después, uniendo sus manos, se deslizó dulcemente a los pies de Carlos, y apoyó la cabeza sobre sus rodillas; su pálido semblante estaba como velado por sus largos cabellos negros; solamente a través de ellos brillaban sus ojos, lo mismo que una estrella en medio de un cielo sombrío.

Después convirtió la vista a la fachada, cual si sus macizos muros pudiesen por mágico arte volverse cristal y trasparentar lo que en su interior guardaban. Quedose fascinada, sofocando un grito antes que naciera. La puerta del comedor estaba entornada.

El alma se siente fascinada por ese poder que la hace delirar, soñar con la vista de regiones misteriosas cubiertas por la niebla luminosa de la ciencia, y asistir á la maravillosa generacion infinita del progreso.

Ganada por su parte y sin darse cuenta de ello por la llama penetrante de aquel amor que se estaba incubando hacía mucho tiempo en el fondo de su ser, la tranquila, la prudente y severa Julieta, aturdida y fascinada por una especie de vértigo, se abandonaba inconscientemente a la ola de sensaciones nuevas, tumultuosas y confusas que turbaban vagamente su alma virginal.

Figurose que sería por apetito de barquillos, y le hizo una seña, con ánimo de regalarle algunos. La muchacha se acercó, fascinada por el brillo de la sociedad alegre y juvenil; pero al entender que la brindaban con tomar parte en el banquete, encogiose de hombros y movió negativamente la cabeza. Bien harta estoy de ellos pronunció con desdén.

Estaba fascinada y no acertaba a contestarle... Todas las noches hablaba, como sabes, de cosas santas; con dificultad me decía algunas palabras a solas; me preguntó durante tres noches seguidas si le amaba, y a la tercera noche le contesté que ... sabes muy bien cómo nos entendíamos. Lord Gray me dijo: «Yo hablaré con Inés cerca de ti.

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