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Actualizado: 28 de mayo de 2025
-Bien sé firmar mi nombre -respondió Sancho-, que cuando fui prioste en mi lugar, aprendí a hacer unas letras como de marca de fardo, que decían que decía mi nombre; cuanto más, que fingiré que tengo tullida la mano derecha, y haré que firme otro por mí; que para todo hay remedio, si no es para la muerte; y, teniendo yo el mando y el palo, haré lo que quisiere; cuanto más, que el que tiene el padre alcalde... Y, siendo yo gobernador, que es más que ser alcalde, ¡llegaos, que la dejan ver!
Pasó de mano en mano el leve fardo, hasta llegar a Josefina, que lo devolvió a la portadora muy deprisa, declarando que olía mal. No ven el agua ni una vez en el año decía confidencialmente a su cuñado doña Dolores y salen más fuertes que los nuestros. Yo, matándome, y sin poder conseguir que esa Lola se robustezca.
Isabel también se me quejó de que no iba por su casa ni le daba cuenta de la marcha de mis amores. Dijo que había estado un día a visitar a su prima, y que por ella sabía que hablábamos a la reja. «¡Parece mentira que sea usted más reservado!» Estuve tentado a soltar en su pecho el fardo que tanto me pesaba, pero un instinto de prudencia me retuvo.
No confesaba en Peñascosa sino a media docena de veteranos de la guerra civil. Los demás feligreses se repartían entre los capellanes adscritos a la parroquia: las cuatro quintas partes de las damas confiaban el fardo de sus flaquezas al irresistible D. Narciso. D. Miguel no sentía el menor desabrimiento por esta preferencia.
A los portales de la calle de San Fernando vamos á llevar á nuestros lectores. En una de las tiendas, mejor dicho cajones, está nuestro tipo. Pepay, sentada en el pequeño mostrador, observa á los transeúntes al par que con una mano acaricia un fardo de diversas y pintarrajeadas telas, y con la otra perezosamente da vueltas á un pequeño listón de narra que le sirve de medida.
Dejo, pues, aparte el fardo inmenso de demasías, de licencias, de crímenes, hasta de obscenidades, de que el teatro y la novela se han hecho órgano en este país tantas veces, con un talento tan singular, y me concretaré á un pasaje de un libro que han leido todos, que todos conocen, de que la Francia está inundada, de que están inundadas la Europa y la América.
Sólo cuando algún nubarrón más espeso y más negro pasaba por delante de ella descargando su fardo de agua, la luz se extinguía casi por completo. Las olas se estrellaban contra los peñascos que sirven de baluarte al Campo de los Desmayos. El viento silbaba entre las grietas de la torre de la iglesia. La música lúgubre de los elementos embravecidos calmó un poco la fiebre del hidalgo.
El cuchillo cayó de sus manos; sus ojos giraron en sus órbitas y sus dedos quedaron rígidos; poco a poco se fueron aflojando, sus brazos cayeron a lo largo del cuerpo, sus piernas se debilitaron, y cayó estrangulado. Sus compañeros creyeron que se trataba de un fardo. ¡De rodillas, hijos míos! dijo el fraile a los contrabandistas.
Maltrana sentía la dura redondez del hemisferio materno, el contacto de aquel fardo de vida que amenazaba su porvenir. La juventud había huido de él para condensarse en esta cavidad. La pobre Feli había perdido de golpe la alegría y la salud.
Pero ella no aceptó, por cumplir la promesa hecha á su familia de no cantar en público. Yo la incitaba á aceptar las proposiciones de Vignot para ver si Lea se bastaba á si misma y se aligeraba así el pesado fardo de mis deudas.
Palabra del Dia
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