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Actualizado: 4 de mayo de 2025
El recién llegado era nada menos que D. Antonio Salabert, duque de Requena, el célebre Salabert rico entre los ricos de España, uno de los colosos de la banca y el más afamado, sin disputa, por el número y la importancia de sus negocios. Había nacido en Valencia. Nadie conocía a su familia.
¿Y por qué? preguntó con soberano desparpajo el oficial. ¿Y por qué? repitió la vanidad en el fondo del alma de la Tribuna. No sería yo el primero, ni el segundo, que se casase con.... Hoy no hay clases.... ¿Y su familia... su familia... piensa usted que no se desdeñarían de una hija del pueblo? ¡Bah!... ¿qué nos importa eso? Mi familia es una cosa, yo soy otra repuso Baltasar impaciente.
En fin, dígala usted que se levante de la cama, y que se tranquilice; que irá á su casa, que irá á Pisa, que su familia la perdonará, y que si hay virtud en su corazon, si hay vida en su conciencia, si hay calor en su alma, todavía puede ser feliz. Vaya usted volando; en la inteligencia de que si usted no la dice todo eso, ó si no se lo dice bien, Luisa se muere.
Treinta y dos individuos de su familia estaban bajo tierra. Muy pocos de ellos eran militares; llevaban una existencia de placeres antes de la guerra, disfrutaban de grandes riquezas y títulos: su vida resultaba tan dulce como la del príncipe Lubimoff... ¡pero al verse llamados por el deber!...
Sí dijo Bonis en voz alta, poniéndose en pie y dando una leve patada en el suelo. «Sí; aquí no queda más que el padre de familia. Aquí, en este corazón, ya no hay sitio más que para el amor del hijo».
Yo siempre empeñada en llevarla a casa, y ella excusándose. Cuando usted la vea, dígale que la quiero mucho; que la estimo en todo lo que vale; y que hace mal en no corresponder a mi cariñosa amistad. Usted hace de ella muchos elogios, y ella no escasea las alabanzas. Entonces la señora preguntó con inoportuna curiosidad: ¿Esa joven es de la familia de usted?
Dirigíame a las inmediaciones de Sedán, a casa del duque de C..., antiguo amigo de mi padre y protector de mi familia, el cual habíase ofrecido a acompañarme a París y presentarme en Versalles, con objeto de obtener para mí el mando de una compañía de dragones por influencia de una hermana suya, la marquesa de F..., hermosa joven designada por la opinión pública como sucesora de Mad.
No diré que le pago un capital, ni mucho menos, porque el dinero no cae con la lluvia, pero... es usted soltero, no tiene usted familia, ni obligaciones.... Con lo que tiene usted aquí... ¡le basta y le sobra! ¡Bien! ¡Bien! Quise replicar, pero me pareció inútil toda aclaración. Castro Pérez prosiguió: No estará usted contento en Santa Clara. Lo anuncio desde ahora.
Representaba allí el dinero, es decir, la fuerza de las fuerzas y la energía de «las energías del país», y su voz, expresión sincera de su adhesión incondicional al Gobierno, y de su amistad intensísima e imperecedera a la familia del «prócer generoso» que le escuchaba, debía resonar también en aquellos ámbitos.
Ellos, gobernados como están por el pueril sentimiento de la vanidad, adoran los elogios de la Prensa cortesana, y en los pequeños rincones provincianos la Fama no hace vibrar nunca sus trompetas gloriosas. En Madrid, además, tienen «su casa», su familia, hostil casi siempre al molesto ambular de la farándula, y lo que pierden en sueldos, lo ahorran en viajes y en fondas...
Palabra del Dia
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