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Actualizado: 8 de mayo de 2025
Viendo esto Sancho, dijo: -Bien haya quien nos quitó ahora del trabajo de desenalbardar al rucio; que a fe que no faltaran palmadicas que dalle, ni cosas que decille en su alabanza; pero si él aquí estuviera, no consintiera yo que nadie le desalbardara, pues no había para qué, que a él no le tocaban las generales de enamorado ni de desesperado, pues no lo estaba su amo, que era yo, cuando Dios quería.
Palabras así bastan para encubrir la más espantosa y larga serie de crímenes que ha visto el siglo XIX. ¡Rosas!, ¡Rosas!, ¡Rosas!, ¡me prosterno y humillo ante tu poderosa inteligencia! ¡Sois grande como el Plata, como los Andes! ¡Sólo tú has comprendido cuán despreciable es la especie humana, sus libertades, su ciencia y su orgullo! ¡Pisoteadla!; ¡que todos los Gobiernos del mundo civilizado te acatarán a medida que seas más insolente! ¡Pisoteadla!; ¡que no te faltarán perros fieles que, recogiendo el mendrugo que les tiras, vayan a derramar su sangre en los campos de batalla o a ostentar en el pecho vuestra marca colorada por todas las capitales americanas! ¡Pisoteadla!, ¡oh!, ¡sí; pisoteadla!...
El conde le observaba atentamente de la cabeza á los pies. ¿Y piensan ustedes pasar mucho tiempo en esta posesión? Quizá todo el verano: después de once años de abandono, ya comprenderá usted que no me faltarán asuntos que arreglar. ¡Ah! Indudablemente. La verdad es que han sido ustedes crueles con nosotros, privándonos de su presencia tanto tiempo. Mil gracias... deje usted el sombrero.
-Señor -replicó el mancebo-, yo llevo en este envoltorio unos greguescos de terciopelo, compañeros desta ropilla; si los gasto en el camino, no me podré honrar con ellos en la ciudad, y no tengo con qué comprar otros; y, así por esto como por orearme, voy desta manera, hasta alcanzar unas compañías de infantería que no están doce leguas de aquí, donde asentaré mi plaza, y no faltarán bagajes en que caminar de allí adelante hasta el embarcadero, que dicen ha de ser en Cartagena.
Á ver si haces buena provisión para cuando volvamos. Trae tú el gaznate ileso, que lo que es cerveza y vino no te faltarán, arquero, gritó una voz entre la multitud, respondiéndole grandes carcajadas. Estrechar filas, que aquí la calle es callejuela, ordenó Simón. ¡Por vida de! Allí está Catalina, la molinerita, más preciosa que nunca. ¡Au revoir, ma belle!
No hay duda de que existen en nuestra propia literatura alemana algunos dramas excluídos de la escena por los rutinarios directores de ella, y merecedores, sin embargo, de ser representados; tampoco faltarán hombres de talento que escriban obras estimables, si observan en los teatros una tendencia más elevada, y que perfeccionarán sus dotes poéticas y su conocimiento de las necesidades teatrales, estudiando buenos modelos, aunque todo esto no baste para proporcionarnos en seguida un repertorio valioso y bastante rico para satisfacer las necesidades del momento.
El daño está en que la dicha ínsula se entretiene, no sé dónde, y no en faltarme a mí el caletre para gobernarla. -Encomendadlo a Dios, Sancho -dijo don Quijote-, que todo se hará bien, y quizá mejor de lo que vos pensáis; que no se mueve la hoja en el árbol sin la voluntad de Dios. -Así es verdad -dijo Sansón-, que si Dios quiere, no le faltarán a Sancho mil islas que gobernar, cuanto más una.
Dieron luego aviso al Emperador de esta resolucion y aprobóla con mucho gusto, porque era lo que más le convenia, por tener el ejército alojado en la frente del enemigo, y apartado de Constantinopla y de los demás pueblos Griegos, donde no faltáran quejas y pesadumbre, aunque cerca de tres meses anduvieron alojados por Asia sin efecto, trabajando la tierra con insoportables contribuciones.
Nos batiremos... ¿Quiere usted antes recibir las últimas lecciones de esgrima? Gracias, ya sé lo bastante. ¡Pobre niño!... ¡Le mataré a usted!... Pero son las diez y media... mis amigos me esperan... A la Caleta. ¿Nombramos padrinos? No nos faltarán amigos para elegir. Vamos pronto. Ahora mismo.
Hablo de esta manera, Sancho, por daros a entender que también como vos sé yo arrojar refranes como llovidos. Y, finalmente, quiero decir, y os digo, que si no queréis venir a merced conmigo y correr la suerte que yo corriere, que Dios quede con vos y os haga un santo; que a mí no me faltarán escuderos más obedientes, más solícitos, y no tan empachados ni tan habladores como vos.
Palabra del Dia
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