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Sólo entonces, y con mil precauciones para no despertarla, extendí sobre ella mi manta de viaje, pues la noche estaba fresca. Un señor de edad y su mujer, que viajaban con nosotros, se interesaban mucho por la juventud de Elena, por su tristeza y por su luto riguroso. Una vez les murmurar en voz baja: Debe ser la viuda de algún marino. Es demasiado joven.

24 Por cuanto llamé, y no quisisteis; extendí mi mano, y no hubo quien escuchase; 28 Entonces me llamarán, y no responderé; me buscarán de mañana, y no me hallarán; 29 por cuanto aborrecieron el conocimiento, y no escogieron el temor del SE

Díjele que , sin saber lo que me decía, que era yo tan inocente como cuando entré en el convento; y el casamiento se hizo con gran pompa y regocijo, como a nuestra riqueza y nobleza convenía; y antes de que el festín de las bodas se terminase, díjome mi aya doña Agueda no cuántas cosas, que yo no pude entender; y luego, cuando acabada la fiesta se fueron saliendo de casa los convidados, la madrina me dijo otras cosas que tampoco entendí; y rodeada de las doncellas, de honor, lleváronme a lo que mi madrina llamaba el tálamo, y que yo no sabía qué cosa fuese, y metiéronme en una habitación o cámara lujosamente ornada, en la que había un gran lecho todo guarnecido de blanco, y adornado con flores, y allí me dejaron sola y suspensa, cuando a poco he aquí que entró mi esposo pálido y convulso, y alentando apenas, y a se vino a abrazarme; visto lo cual, yo me hice atrás tres pasos, y espanteme y extendí hacia él los brazos, como para impedir que me tocase.

Tomé la sábana más delgada que pude encontrar y la extendí sobre ella en lugar de la frazada; pero eso no le procuró ningún alivio. Gritaba y hablaba sin interrupción y de vez en cuando marmoteaba con volubilidad, como una persona que estudia una lección a media voz. Así transcurrió como una hora.

7 por tanto, he aquí yo extendí mi mano sobre ti, y te entregaré a los gentiles para ser saqueada; y [yo] te cortaré de entre los pueblos, y te destruiré de entre las tierras; te raeré; y sabrás que yo [soy] el SE

21 Y contra Israel dice: Todo el día extendí mis manos a un pueblo rebelde y contradictor. 1 Digo pues: ¿Ha desechado Dios a su pueblo? En ninguna manera. Porque también yo soy Israelita, de la simiente de Abraham, de la tribu de Benjamín. 2 No ha desechado Dios a su pueblo, al cual antes conoció. ¿O no sabéis qué dice de Elías la Escritura? Cómo hablando con Dios contra Israel dice:

Yo, turbado hasta lo sumo, le dije que quería ir a la escuadra, y que cuando volviese me podría querer a su antojo; pero que si no me dejaba realizar mi deseo, la aborrecería tanto así, y extendí los brazos para expresar una cantidad muy grande de aborrecimiento.

Sentí al entrar al comedor una leve palpitación del corazón, la que desapareció tan pronto como me acordé de mi juramento de la víspera. Me le acerqué, serena, mirándolo de frente, y le extendí la mano. ¿Marta duerme todavía? pregunté.

Extendí la vista y le vi tras el respaldo del monumental sillón de doña María, muy enfrascado en estrecha plática con Asunción, que sin duda le estaba convenciendo de la superioridad del catolicismo con respecto al protestantismo. A cada paso apartaba él los ojos de su interlocutora para mirar a Inés. Bien decía el tunante observé para que se valía de las discretas amigas.

Durante algunos minutos vacilé; dudé si debía desentrañar el misterio que guardaba aquel cofrecillo, o si prefería la duda a la verdad. Tres veces extendí mi mano hacia el cofrecillo, y tres veces la retiré. Pero por terrible que sea la verdad es preferible a la duda. Me apoderé al fin del cofrecillo, le puse sobre la mesa y le abrí. Al abrirle mi corazón no latía.