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Si á la vez, la mansa brisa Que á los jazmines halaga Y entre su copa se embriaga, Viene mi rostro á besar, Creo que alguna sílfide Que cruza por el ambiente Toca mi pálida frente Con sus alas al pasar. Y si una mujer hermosa De blanca tela vestida, Ante mi vista abstraida Pasa como aparicion, En éxtasis arrobado Bajo influjo de un hechizo, Creo que del paraiso La puerta abre una vision.

De pronto de aquellos ojos sombríos, siempre apasionadamente fijos sobre el mismo punto, brotaron lágrimas. Ella se sintió profundamente conmovida, y más tarde, cuando recordaba esta corta escena muda, le parecía que había estado mucho tiempo mirando llorar a Juan. El ruido de una puerta que se abría arrancó al joven de su éxtasis.

En mi vida había leído una novela, y caí en un éxtasis, en un arrobamiento de que no podría dar idea. Aunque viviese novecientos sesenta y nueve años como el buen Matusalém, no olvidaría jamás la impresión que me hizo la lectura de La linda joven de Perth.

Elena marchaba sonriendo a las flores, a los árboles, a los pájaros, sonriéndose a misma que era más bella que todas estas cosas. Pero he aquí que al salir de uno de estos éxtasis idílicos y ponerse de nuevo en marcha acierta a ver delante de ... ¿Qué? ¿Qué es lo que había visto? ¿Por qué se pone pálida como la cera y deja escapar de su garganta un grito?

Mi padre me sacó de mi éxtasis con su voz ronca y varonil, esta vez impregnada de una dulzura desconocida. ¡Oiga, hijito!... ¡Vaya, traiga su petisito bayo y ensíllelo!... ¡Va a acompañar a este hombre, que es su patrón! EL VAIV

En este elevadísimo estado de alma se hallaba nuestro amigo Pepe Castro ahumando una que figuraba la pata de un caballo, cuando le sacó de su éxtasis la voz de Rafael Alcántara que desde lejos le gritó: ¿Conque es verdad que has vendido la jaca, Pepe? Hace ya unos días. ¿La inglesa? ¿La inglesa? exclamó levantando los ojos hacia su amigo con asombro y reconvención . No, hombre, no; la cruzada.

Betina fumaba, fumaba, con los ojos azules e ingenuos, en un éxtasis de arte. ¿Qué pensaría aquella linda cabeza de paje provenzal, tan exquisita, tan femenina y al par tan rebelde y tan misteriosa? Después, llegaba Fantomas, el rey de los ladrones. Nosotros no le tomamos nunca completamente en serio. Nos parecía un folletín ambulante.

Pero mirando la fealdad de su cuerpo y la vileza de este mundo comparada con lo que había visto y gozado, deseaba haberse verdaderamente muerto, y no sólo en apariencia, sino en realidad para continuar en el gozo de tanto bien, y se ponía las manos sobre los ojos, que bellos y claros había recobrado, para que no fijasen la vista en las miserias de acá abajo; y hasta hoy día, cuando se pone á pensar en este su éxtasis ú otro alguno se le trae á la memoria, no puede contener las lágrimas y sollozos.

Desanimado ya por completo, sin conservar esperanza alguna, volvía la espalda al salón, y, por completo abismado en sus reflexiones, nada veía ni escuchaba. No obstante, algunas ruidosas exclamaciones le sacaron de su éxtasis. Acababa de entrar en un palco una señora joven, cuya notable hermosura y espléndida toilette excitaron vivamente la admiración de todo el público.

¡Inmóviles siguen los ojos de Angué! ¿Dormirán ante el temor de algún remordimiento, ó ante el éxtasis del placer de una satisfecha venganza? No. Angué no tiene remordimientos, como no los tiene ninguna india. Todo lo que hacen creen lo pueden hacer. El deber y el honor tiene en la india una interpretación muy diferente que en el viejo mundo.