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Actualizado: 25 de mayo de 2025


¿No quiere ahora hablar conmigo, Muñoz? Hizo ella esta pregunta en un tono ligero, casi de queja. Cuando quiso él responder, sintió, aterrado, la inutilidad de todo lo que podría decir, de todo lo que había cavilado muchas veces en la espera larga de una explicación definitiva. Iban a subir palabras a sus labios y su voluntad las rechazaban con desesperación.

Y el hombre necesita, entonces, en las costas del Mediterráneo, una nueva explicación de los hechos y de las cosas, del mundo, y se la proporciona el supernaturalismo cristiano, con los dos testamentos como nueva teoría de los hechos y de las cosas, y con los sacramentos hechicería en tercer grado como nuevo vehículo de comunicación entre los seres humanos que sufren los accidentes de la vida y los acontecimientos del universo, y los seres sobrehumanos que los producen, suspenden o cambian a su arbitrio.

Ganoso de retener a Fernando, dejó que Pérez se marchase en busca del tercer aperitivo de la mañana, y al quedar solos, fue el patriarca el que inició la explicación deseada por Nélida. Ya sabía él que el señor Ojeda había acompañado a la niña gran parte de la noche en el comedor. Le daba las gracias por su amabilidad.

Si no alcanzaran los niños esa respuesta, investigarían y continuarían investigando, hasta que encontraran una explicación cualquiera, porque el niño no gusta de permanecer en la duda; lleno del sentimiento de su existencia, empezando la vida como un vencedor, quiere hablar como quien domina todas las cosas. Nada debe ser desconocido para él.

Y desde el momento que una explicación era inevitable, pensó acertadamente la señora de Aymaret que sería más decoroso y menos arriesgado hacerla ella misma a la interesada, descartando por ese medio a Pierrepont.

Con todo su talento no podía Juan darse explicación satisfactoria del interés, de la curiosidad o afán amoroso que despertaba en él una persona a quien dos años antes había visto con indiferencia y hasta con repulsión. La forma, la pícara forma, alma del mundo, tenía la culpa.

Empezó a comer con apetito la sopa fría, echando miradas indagatorias e inquietas a su señora tía, que evitaba el mirarle... por no romper... «Debo contenerme pensaba ella , hasta que coma... Y parece que tiene ganitas...». A ratos el joven daba hondos suspiros mirando a su tía, cual si deseara tener una explicación con ella.

Acometió el enorme plato que habían colocado en el centro de la mesa para él y los dos toreros. Otro plato igual humeaba más allá para la gente del cortijo. Su voracidad pareció avergonzarle de pronto, y a las pocas cucharadas se detuvo, creyendo necesaria una explicación.

Cuando Aldea la tenía en público cerca de , hacía marcados, aunque discretos, esfuerzos porque le vieran enamorado de ella; pero cuando aparte y juntos podía hablarla sin testigos, callaba, o daba a la conversación los giros rebuscados de una tranquilidad afectada, huyendo cobardemente toda explicación. ¿Era esto el miedo natural de quien, deseando una dicha, vacila en pedirla temiendo escucharla negada o era un modo de implorar piedad?

El cochero espera la orden... Que se vaya, que vuelva a las cuatro. Y se dirigió a la puerta, para retroceder al momento... ¡Qué tontería! Quizá en alguna de aquellas otras cartas que había olvidado en su azoramiento vendría algún dato, alguna explicación de la estúpida broma del sellito.

Palabra del Dia

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