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Actualizado: 2 de julio de 2025
26 ¿No has oído decir, que de hace mucho tiempo yo la hice; que de días antiguos yo la formé? Ahora la he hecho venir, y será para destrucción de ciudades fuertes en montones de asolamiento. 28 He entendido tu estado, tu salida y tu entrada: y tu furor contra mí. 29 Porque contra mí te airaste, y tu estruendo ha subido a mis oídos.
Bien notas, escudero fiel y legal, las tinieblas desta noche, su estraño silencio, el sordo y confuso estruendo destos árboles, el temeroso ruido de aquella agua en cuya busca venimos, que parece que se despeña y derrumba desde los altos montes de la luna, y aquel incesable golpear que nos hiere y lastima los oídos; las cuales cosas, todas juntas y cada una por sí, son bastantes a infundir miedo, temor y espanto en el pecho del mesmo Marte, cuanto más en aquel que no está acostumbrado a semejantes acontecimientos y aventuras.
Fueron penosísimos los primeros pasos en la carrera. La pereza y la debilidad le retenían en el lecho por las mañanas más tiempo del regular, y la pobre doña Lupe pasaba la pena negra para sacarle de las sábanas. Levantábase ella muy temprano, y se ponía a dar golpes con el almirez junto a la misma cabeza del durmiente, que las más de las veces no se daba por entendido de tal estruendo.
Ya era un rayo que daba sobre un monte, como el acero de un gigante sobre el castillo donde supone a su dama encantada; ya un león con alas, que iba de nube en nube; ya un sol virgen que de un bosque temido, como de un nido de serpientes, se levanta; ya un recodo de selva nunca vista, donde los árboles no tenían hojas, sino flores; ya un pino colosal que, con estruendo de gemidos, se quebraba; era una grande alma que se abría.
Contaba entre sus antepasados curetes y dáctilos ideos, de los que tejiendo danzas guerreras al son de los clarines y al estruendo de sus broqueles heridos por el pomo de las espadas, rodearon a Zeus, cuando niño, e impidieron que Cronos le oyera y le devorara.
Y cerraste la elipse de tu gloria, con un estruendo de imperial proeza; en las perennes páginas altísimas del libro de Cervantes Saavedra.
Atravesado el corazón, Cardoso cayó con estruendo en el suelo sin poder decir ¡Dios me valga! Al ruido abrieron la puerta y entraron en la cámara varios parciales de Cardoso. Allí hubieran vengado su muerte con la de Morsamor, si no hubiera acudido Tiburcio en su socorro con no pocos que permanecían fieles.
Además, el dulce nido no estaba allá, tras los mares, entre el estruendo de París, sino a la espalda, en la tendida sabana, al pie del Monserrat. El Confianza, el más rápido de los vapores del Magdalena, partía a la mañana siguiente. Esa misma tarde nos instalamos todos a bordo.
Yo estoy seguro, señores dijo el orador visiblemente conmovido, de que el individuo que ha gritado no es vecino de Sarrió, no ha nacido en Sarrió, ¡no puede ser de Sarrió! Habiendo murmurado uno que el interruptor era de Nieva, se armó en el teatro terrible confusión y estruendo. Un grito formidable de: ¡Mueran los mazaricos! ¡Viva Sarrió! se eleva de todas partes.
Su masa, que adelanta por continuo esfuerzo, apenas ha recorrido algunos centímetros; dos ó tres rocas se han desprendido dé la pared para caer en el movible campo de hielo; se ha ensanchado algo más el arroyo que se lleva las aguas procedentes de la fusión, y los guijarros más numerosos tropiezan unos con otros con mayor estruendo en el cauce. Lo demás conserva su acostumbrada apariencia.
Palabra del Dia
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