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Actualizado: 3 de junio de 2025
«Si se reflexiona, por otra parte, en la suerte que cabe al mayor número de jóvenes doctos á quienes la pasion por el estudio de la naturaleza arrastra á esos viages peligrosos; si se recuerda que en diez y ocho años corridos desde que la paz general ha vuelto á abrir los mares, sobre ocho viajeros naturalistas del Museo de historia natural que han emprendido largas espediciones, cinco, Godefroy, Havet, Plée, Duvaucel, y ha muy poco todavía, el infortunado Jacquemont, han perecido léjos de su patria; que Lalande y Leschenault sucumbieron al cabo de pocos años á las enfermedades contraidas en sus penosísimos y largos viages, y que por tanto el señor de Orbigny es acaso el único, entre los que han vuelto á Francia con sus colecciones, que tiene la posibilidad de hacer conocer por si mismo los resultados de sus investigaciones, se convendrá en que es muy justo esforzarse, cuanto sea posible, para hacerle gozar de la recompensa mas dulce que él debe esperar despues de tan larga peregrinacion; tal es la publicacion de materiales conseguidos á costa de tantos riesgos y fatigas; sobre todo, cuando una profunda y vasta instruccion de parte del viagero anuncia de antemano toda la utilidad que las ciencias habrán de sacar de tan importante trabajo.»
Admiré en ella sus grandes lagunas artificiales, sus numerosos ingenios, su casa de moneda, y trepé luego sobre su cerro cribado de boca minas, de las que han salido tantísimos millares de pesos, sin que haya esto mejorado la condicion de los pobres indígenas, instrumentos indispensables de esos penosísimos laboreos.
Fueron penosísimos los primeros pasos en la carrera. La pereza y la debilidad le retenían en el lecho por las mañanas más tiempo del regular, y la pobre doña Lupe pasaba la pena negra para sacarle de las sábanas. Levantábase ella muy temprano, y se ponía a dar golpes con el almirez junto a la misma cabeza del durmiente, que las más de las veces no se daba por entendido de tal estruendo.
No estoy conforme con el palacio de la Bolsa, como no lo estoy con el palacio de la Industria, ni con otros muchos palacios que por aquí bullen, despertando en mi alma recuerdos penosísimos, tristes y lamentables contradicciones. ¡Palacio de la Industria! ¡Y el industrial no tiene dónde vivir! ¡Y el obrero tiene que ir á buscar una vivienda más allá del recinto de la ciudad, á Batiñoles!
Las relaciones entre la víctima y el inquisidor databan de larga fecha, y las ganancias obtenidas por éste habían sido enormes, porque el otro era débil, muy delicado, y se dejaba desollar, freir y escabechar como si hubiera nacido para eso. Hay personas así. Pero llegaron tiempos penosísimos, y el señor aquél no podía recoger su papel.
Palabra del Dia
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