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Actualizado: 2 de julio de 2025


Pepita ha proferido una ligera exclamación de terror. ¡Ay, Azorín, a París, y qué lejos que está eso! Tiene razón Pepita en asustarse. París está muy lejos; además, allí no hablan como nosotros. ¿Qué va a hacer Azorín en París? París es una ciudad donde se vive febrilmente, donde las mujeres son pérfidas, donde las multitudes corren por las calles con formidable estruendo.

De repente una granada visitó con estruendo nuestro campo, reventando hacia la izquierda, por donde estaban los generales. Era como un saludo de cortesanía entre dos guerreros que se van a matar; un tanteo de fuerzas, una bravata echada al aire para explorar el ánimo del contrario. Nuestra artillería, poco amiga de fanfarronadas, calló.

Al ver aquella espada, alumbrada á medias por aquella lámpara fija, cuya luz no tiene otra oscilacion que la que la produce nuestro aliento; al ver aquel testigo mudo de tanto estruendo, de tantas luchas, de tanto heroismo, de tanto entusiasmo; de tanta crueldad y de tanta gloria, el corazon se oprime, y apenas podemos respirar.

31 Llegó el estruendo hasta el cabo de la tierra; porque [es] juicio del SE

Aún resonaba en el aire la fervorosa invocación, cuando un estruendo formidable retumbó en las avanzadas de ambos ejércitos. Las columnas francesas del ala derecha se desplegaron en línea y rompieron el fuego contra nuestra izquierda.

Por eso se llama aquel sitio el nacimiento del río, ó sencillamente el nacimiento. El agua que mana de entre las peñas cae con grato estruendo en un estanque natural, cuyo suelo está sembrado de blanquísimas y redondas piedrezuelas.

Sintió, como llegó, que andaba estruendo, Sonido de arcabuces y gran grita, Al Abrego prenderle pretendiendo, El Mirabal, vereis tanto se incita: El Abrego la fuerza resistiendo, Que se mete ya en colera infinita; Estaba el sin ventura ya tan ciego, Que poco aprovechaba con el ruego.

Á la demás gente que allí quedaba, mandaron que se quedase á la puerta do Inca Yupanqui estaba, y que si sintiesen algun estruendo de gente dentro, entrasen de golpe todos, y que mirasen por su señor.

El militar paseo tenía por música, además del estruendo de las latas, el reír inmenso de la bandada, el pío pío mezclado de voces prematuramente roncas, y salpicado de esos dicharachos que, al ser escupidos de la boca de un niño nos recuerdan al feo abejón cuando sale zumbando del cáliz de la azucena.

Al borde del camino levantábanse casas aisladas, ostentando en su puerta el tradicional branque, el ramo verde que indica la buena bebida del país. Eran los famosos chacolines con sus rótulos: «Se venden voladores», para que el estruendo fuese completo en días de romería.

Palabra del Dia

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