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Actualizado: 28 de julio de 2025


¡Cuántos recuerdos encierran estas ásperas cordilleras! Una de ellas, la mas oriental, lleva en su mas avanzado estribo el famoso convento de S. Francisco del Monte, que el caballero cordobés D. Martin Fernandez de Andújar fundó á peticion de D. Enrique III y de la reina D.ª Catalina cabe las ruinas del antiguo cenobio Armilatense.

Atentísimo estuvo Sancho a la relación de la vida y entretenimientos del hidalgo; y, pareciéndole buena y santa y que quien la hacía debía de hacer milagros, se arrojó del rucio, y con gran priesa le fue a asir del estribo derecho, y con devoto corazón y casi lágrimas le besó los pies una y muchas veces. Visto lo cual por el hidalgo, le preguntó: ¿Qué hacéis, hermano? ¿Qué besos son éstos?

¡No tiene tal! gritó el Provisor, perdiendo un estribo por lo menos . No tiene tal; y esto ha sido... una imprudencia. Visita volvió la cara y sacó la lengua. «¡Cómo le tratapensó, envidiando a un hombre que osaba llamar imprudente al Obispo.

De la fuente de Argales, puesto ya el pie en el estribo para caminar a Flandes. Carriazo y Avendaño."

Todos los sábados hacía el viaje del mismo modo. Esperaba el tren a su salida de Albacete; saltaba a un estribo, con riesgo de ser despedazado, corría por fuera todos los vagones buscando un departamento vacío, y en las estaciones apeábase poco antes de la llegada y volvía a subir después de la salida, siempre mudando de sitio para evitar la vigilancia de los empleados, unos malas almas enemigos de los pobres.

Este había puesto el pie en el estribo, pero el Platero giraba sin cesar y sin dar tiempo a montar, hasta, que parado un instante Melchor aprovechó para volear la pierna en el mismo momento en que el redomón se tendía de costado, como en una espantada, abalanzándose hasta dar algunos pasos en las patas traseras.

Estaba en el caso del niño que, deseando un juguete, ambiciona el primero que ve, y luego se satisface, contenta y entretiene con cualquiera otro que le dan. La táctica de Carolina estribó en hacerle creer que le consideraba como hombre conquistador, enamoradizo, mujeriego y rumboso; y comenzó a mirarle del modo más dulce y hechicero que supo, diciéndole: ¡Ya, ya, ni que fuéramos tontas!

Entretanto, Proserpina me dejó desenredar las riendas y aun tocar su pescuezo sin dar la menor señal de irritación, pero no bien sintió mi pie sobre el estribo, se tendió á un lado bruscamente, tirando tres ó cuatro soberbias coces por encima de las macetas de mármol que adornan la escalera, se paró en dos patas haciéndose la graciosa y batiendo el aire con sus manos; luego reposó estremeciéndose.

Al fin, nos tendimos en unas camas flacas como las vacas de Faraón, pobladas de magros insectos que bien pronto entraron en campaña. No pude dormir; al alba me levanté, hice ensillar tranquilamente mi mula; mi compañero de viaje, un simpático y respetable caballero establecido en Honda, hizo otro tanto y antes de partir, entré en el cuarto de mis amigos para darles el abrazo del estribo.

Con los blancos ojos medio ciegos, pero malignos, su labio inferior colgante y su monstruoso color, era incapaz de despertar el más leve sentimiento estético. Bueno dijo Conrado, cuidado con las herraduras, muchachos, ¡arriba! Ojo con no descuidarte en agarrar ante todo las crines, y cuida de agarrar en seguida el otro estribo. ¡Arriba!

Palabra del Dia

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