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Actualizado: 28 de julio de 2025
Gallardo, entre empellones de la ovación popular, teniendo que defenderse con los codos de las ávidas manos, llegó al estribo del carruaje, siendo ayudado en su ascensión por un entusiasmo que le acariciaba el dorso con violentos contactos. Buenas tardes, cabayeros dijo brevemente a los de su cuadrilla.
Quiso lanzarse al estribo, pero al tocarle fue despedido a la vía con gran violencia, y cayó, sintiendo agudo y repentino dolor en el pie derecho. Quedose en el suelo, medio incorporado, profiriendo una imprecación de esas que en España los hombres más preciados de distinguidos y elegantes no recelan tomar del lenguaje patibulario de los facinerosos.
Su manía, casi criminal, eran las zangolotinas, como llamaba a las mayores, algunas de ellas vestidas ya de largo y con un pie en el estribo para tomar la vuelta a sus hogares. A éstas las perseguía con una tenacidad y un instinto de perro de caza.
Una de las cosas que más alegría les causó fué la aparición de Cobo Ramírez en la ventanilla con la gorra galoneada de un empleado exigiéndoles el billete. Cobo estaba en el otro salón y había venido por el estribo, arriesgándose un poco, pues el tren llevaba extraordinaria velocidad. Se le acogió con aplausos. Las chicas enviaron recaditos a sus vecinas las del otro coche.
Retrocedí lanzando un grito, saltó él en la silla sin tocar el estribo y salió disparado como una flecha, perseguido por gritos y tiros de revólver, tan inútiles éstos como aquéllos. Me dejé caer en mi sillón, mirando cómo el malvado desaparecía al extremo de la avenida. Después me rodearon mis amigos y perdí el conocimiento.
Daba vueltas y saltos a un lado y otro, y de rato en rato, poniendo un dedo encima de otro, hacía mil cosas saltando. Yo confieso que entendí por gran rato que me paré desde algo lejos a verlo que era encantador, y casi no me determinaba a pasar. Al fin me determiné, y, llegando cerca, sintióme; cerró el libro, y al poner el pie en el estribo resbalóse y cayó.
Herminia se disponía á poner el pie en el estribo; pero el tutor de Mauricio, cogiéndola por el talle, la atrajo hacia sí y con emoción que se comunicó á la joven, dijo: Ahora que está usted libre, niña querida, abracémonos. Se volvió después hacia Bobart, y, con voz muy tranquila, añadió: Adiós, Bobart; estoy tan contento, que olvido todas sus canalladas.
Se sentó atrás, junto al estribo, para que todos pudieran contemplarle, y sonrió, contestando con movimientos de cabeza a los gritos de algunas mujeres desarrapadas y al corto aplauso que iniciaron los chicuelos vendedores de periódicos. El carruaje arrancó con todo el ímpetu de las valientes mulas, llenando la calle de alegre cascabeleo.
En lontananza brillaba a veces el acero de un estribo, el color de un traje o de una librea, el rápido girar de los barnizados rayos de una rueda. Lucía observaba las diferencias de los caballos.
Pero si alguna vez vamos dentro del coche, es de considerar que siempre es en el estribo, con todo el pescuezo de fuera, haciendo cortesías porque nos vean todos y hablando a los amigos y conocidos aunque miren a otra parte.
Palabra del Dia
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