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Actualizado: 8 de junio de 2025


Finalmente, el licenciado le contó a estocadas todos los botones de una media sotanilla que traía vestida, haciéndole tiras los faldamentos, como colas de pulpo; derribóle el sombrero dos veces, y cansóle de manera que de despecho, cólera y rabia asió la espada por la empuñadura, y arrojóla por el aire con tanta fuerza, que uno de los labradores asistentes, que era escribano, que fue por ella, dio después por testimonio que la alongó de casi tres cuartos de legua; el cual testimonio sirve y ha servido para que se conozca y vea con toda verdad cómo la fuerza es vencida del arte.

Por lo mismo, dejémosle que se vaya con su duque de Osuna. Por el contrario, yo le guardaría... Pues prendedle otra vez, que no ha de faltar motivo. No qué he oído de unas estocadas... ¡ah! ¡! don Rodrigo Calderón... En efecto, mi secretario Calderón, hace tres noches fué muy mal herido y está en mi casa.

Las gentes del sol le insultaban con bramar de cuernos y toques de cencerro cuando se demoraba en dar muerte a los toros, clavándoles medias estocadas que no llegaban a hacer doblar las patas a la fiera. En Madrid, el público «le aguardaba de uña», como él decía.

Nada pescaron tampoco aquellos linces de pluma, del ingenioso y breve diálogo sostenido entre Pepe Guzmán y su predilecta amiga, formando la más gallarda y distinguida pareja que podía imaginarse; en el cual diálogo se parafraseó, con toda la discreción y gracia posibles, y no sacado a plaza por la interlocutora, sino por el sagaz interlocutor, el tema aquel que Sagrario confió al oído de su amiga; y se insinuaron, quizá en virtud del calor y motivo de la fiesta, las primeras estocadas del consabido duelo pendiente entre estos dos expertos espadachines de la intriga galante.

Y de la parte más intrincada de la espesura, con las amplias capas abiertas como alas, el cuerpo inclinado hacia adelante y las espaldas en alto, los contrabandistas partieron. No dar tajos, sino estocadas dijo Marcos. Y no hubo más. Los doce buitres llegaron a los cañones en un segundo.

¡Ah, me parece que voy trasluciendo! ¿Y dónde llevó doña Clara á Montiño? Callejeóle de lo lindo, largóse, y le metió en un lance de estocadas con don Rodrigo. De cuyo lance... No por cierto... contentóse con desarmarle y se fué á buscar á su tío postizo á casa del duque de Lerma. ¿Y cuándo hirió ó mató ese joven á don Rodrigo? Eso es después. ¿Y cómo sabéis vos...?

Esas chicas acabarán por arañarse. No, porque la Dorotea es magnánima; ¡como siempre vence! Dejémonos de mujeres, señores, y vamos á lo que importa dijo el alférez, que reventaba por soltar sus noticias. , ; seguid. Decíamos que las tales estocadas habían venido de lo alto, según todos los indicios. Pues bien, hay más. Ha entrado el rasero, señores. ¡El rasero!...

Irriteme: el cielo es testigo que yo no había nacido para periodista; pero las circunstancias me pusieron la pluma en la mano: hice artículos contra aquel gobierno; y como entonces era uno libre para pensar como el que estaba encima, recogí varias estocadas de unos cuantos aficionados, que se andaban haciendo motines por las calles.

Ahora voy a ensayar las principales estocadas que se intentan sobre el terreno; su adversario es muy fuerte y no arriesgará combinaciones complicadas: rectas, fondos, envolvimientos, una y dos... Conteste sin descubrirse. Cuando advierta que va a venir la estocada, salte hacia atrás. EL VIZCONDE. Pero ¿y si no advierto que viene?

Fuí imprudente; creyéndole un vasallo leal, le escribí algunas cartas de mi puño y letra, avisándole de la hora que podía entrar en palacio y verme. ¡Y esas cartas! ¡esas cartas! Las he quemado yo por mi propia mano, gracias á don Juan Téllez Girón, que se las arrancó á estocadas. ¡Ah! dijo respirando el rey ; ¿y de resultas de esas estocadas está herido don Rodrigo? , señor.

Palabra del Dia

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