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Actualizado: 8 de junio de 2025


Encontró alguna resistencia en Abd-el-Melyk, que á las pocas horas vino del campamento enemigo cargado de despojos y trofeos; mas la venció sin dificultad dejando al desgraciado príncipe muerto á estocadas en la misma puerta por donde procuraba abrirse paso.

Os aconsejo que os vayáis dijo éste, acudiendo al reparo de los golpes que le tiraba el embozado , porque si no os vais, os va á suceder algo desagradable. ¡Hola! ¿se me os venís con estocadas? ¡perfectamente! pero es el caso que yo no quiero mataros, amigo mío. Echó fuera dos ó tres estocadas bajas, y aprovechando un descuido del contrario, le dió un cintarazo encima del sombrero.

Pero el peligro parecía atraer á éste, que contestó con dos estocadas á fondo, rapidísimas, la segunda de las cuales apenas pudo parar Tránter, y al trazar el quite su espada rozó la frente de Roger, tanto se había aproximado éste.

Tengo noticias, señores les dijo que ustedes llevan a la cárcel sólo a los pobres diablos que no tienen padrino que les valga; pero que cuando se trata de uno de los marquesitos o condesitos que andan escandalizando el vecindario con escalamientos, serenatas, estocadas y holgorios, vienen las contemporizaciones y se hacen ustedes de la vista gorda.

De unas estocadas... Ni aun con la lengua las doy hace un siglo. Pues señor dijo el rey , ahora veo que no os he llamado para nada. Me ha llamado, indudablemente, vuestra majestad, para que venga. Y siendo venido para que os vayáis. Y el rey bostezó más profundamente, se escurrió á lo largo de las almohadas y se rebujó. Dios á vuestra majestad muy buenas noches dijo Quevedo.

¡Eh! exclamaron todos. Pero hablemos muy bajo, porque como por todas partes hay espiones, no se puede uno fiar de su camisa. Dicen que lo de las estocadas que tal han puesto á don Rodrigo, tiene su intríngulis. ¿Su qué?... Su misterio, señores, su misterio. Dicen que esas estocadas han venido de lo alto. ¿De que alto? De palacio. ¡Ah!

Aflojó en el ataque, haciéndolo cada vez más débil y desordenado. Advertido el contrario, comenzó a tirarle frecuentes estocadas: apenas tenía fuerzas para pararlas. Al cabo, el robusto periodista le separó el sable con el suyo a viva fuerza, y le hundió la punta en el pecho. Miguel cayó soltando un chorro abundante de sangre. Todos se apresuraron a socorrerle.

¡Ah! ¿sois vos, señor Juan? que me place; y ya que no nos hemos sangrado, alégrome de que hayamos acariciado nuestras espadas para daros un consejo: lo de tajos y reveses á la cabeza, dejadlo á los colchoneros, que sirven bien para la lana, y aficionáos á las estocadas; de sólo deciros que de los instrumentos de filo, sólo uso la lengua. ¿Pero qué hacéis aquí? Espero.

Es licenciado. ¿En qué? En teología y en derecho. ¿Está ordenado? No, señor. No conviene que sea clérigo; un mozo que da tan buenas estocadas, no debe llevar un roquete; le está mejor un oficio de alcalde; los alcaldes bravos, que tienen letras y puños, valen más que los que sólo tienen letras; le haremos alcalde de casa y corte.

Al verse Quevedo con un bulto encima, y espada en mano, echó al aire la suya, y embistiendo á Juan Montiño, exclamó con su admirable serenidad, que no le faltaba un punto: Muy obscuro hace para pedir limosna; perdone por Dios, hermano. Y á pie firme contestó á tres tajos de Juan Montiño, con otras tantas estocadas bajas y tales, que el joven se vió prieto para pararlas.

Palabra del Dia

vorsado

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