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Actualizado: 7 de junio de 2025


Muchos ricos de Jerez vivían de este modo con sus hembras, a las que todos respetaban como esposas legítimas; y si no llegaban al matrimonio, era únicamente por ser de baja condición... ¿Tampoco le bastaba este arreglo? A ver: que propusiera algo Fermín, y acabarían de una vez. , hay que acabar de una vez repitió Montenegro. Menos palabras, pues me duele hablar de esto.

Así llegaba desde la sombra á apoderarse de la voluntad de los hombres, los cuales se movían, sin conocer el impulso de sus acciones. Algunos aún se mostraban satisfechos y agradecidos á los sacerdotes, porque proporcionaban dulce entretenimiento á sus esposas, dejándolos en mayor libertad para sus negocios y placeres.... ¡Imbéciles!

¡Pues bien... decididamente, huyo el cuerpo a ese santo lazo... estoy desalentado! ¿Por qué? ¡Porque cuanto más observo, más me convenzo de que ya no hay niñas honradas, y, por consecuencia, no puede haber tampoco fieles esposas! ¿Qué ha dicho usted? Digo, que ya no hay mujeres honradas... al menos en nuestra clase... es una especie desaparecida.

Sólo las personas extraordinarias levantamos tempestades... Y luego, en los salones, los mismos personajes austeros que han hecho coro á sus esposas y sus hijas me miran al pasar con unos ojos disimulados y admirativos; unos enrojecen, otros se ponen pálidos. Adivino que no tendría mas que hacer una seña á su muda admiración... Yo también tengo mi «banco de los viejos».

La muerte era mil veces preferible al suplicio de aquel emparedado que no salía de su tumba de piedra sino para dar vueltas velado, sin que los rayos del sol ni la brisa del cielo pudieran tocarle la cara. Pasaron por una fragua donde algunos presidiarios estaban martillando en el yunque las esposas y las cadenas que iban á servir para sujetar á sus compañeros de miseria.

Noticias de él fueron los alaridos que comenzaron á oírse luego por las calles, entre la gente marinera; madres clamando por sus hijos; esposas por sus maridos; hijos por sus padres; hermanas por sus hermanos. Aquello era una desolación, y sus clamores atravesaban el alma como un puñal.

Renováronse mis trabajos, y comenzaron de nuevo mis lástimas, a quien acompañaron las de Carino y Solercio, los cuales creyeron que en la desgracia de mi hermana y en su prisión se debía de comprehender la de sus esposas.

Venía diferentemente atado que los demás, porque traía una cadena al pie, tan grande que se la liaba por todo el cuerpo, y dos argollas a la garganta, la una en la cadena, y la otra de las que llaman guardaamigo o piedeamigo, de la cual decendían dos hierros que llegaban a la cintura, en los cuales se asían dos esposas, donde llevaba las manos, cerradas con un grueso candado, de manera que ni con las manos podía llegar a la boca, ni podía bajar la cabeza a llegar a las manos.

Di al través en aquella isla; fuí preso y llevado donde estaban los vivos enterrados: sacáronme otro día para ser sacrificado; sucedió la tormenta del mar; desbaratáronse los leños que servían de barcas; salí al mar ancho en un pedazo dellas, con cadenas que me rodeaban el cuello y esposas que me ataban las manos; caí en las misericordiosas del príncipe Arnaldo, que está presente, por cuya orden entré en la isla para ser espía que investigase si estaba en ella mi hermana, no sabiendo que yo fuese hermano de Auristela, la cual otro día vino en traje de varón a ser sacrificada.

Toda Manila se preparaba para ser invitada; nunca la inquietud se apoderó con más vigor de los ánimos como ante el pensamiento de no ser de los convidados. Se disputaban la buena amistad de Simoun, y muchos maridos, obligados por sus esposas, compraron barras de hierro y piezas de zinc para hacerse amigos de don Timoteo Pelaez. Al fin llegó el día.

Palabra del Dia

rigoleto

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