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Actualizado: 7 de julio de 2025


Debe estar temblando con la idea de que pasado mañana llegamos a Río. Verá usted cómo lo primero que se presenta en el buque es la policía para echarle esposas en las manos... Yo no me equivoco.

En cualquier puerto lo reciben con músicas, discursos y banderas, o sube la policía y le asegura las manos con esposas... Parece orgulloso, y al mismo tiempo revela una timidez incompatible con el mucho dinero. ¿Quien será?...

Si estaba desasosegado y nervioso y de mal humor, era porque la otra lo habría plantado; ¡muy bien hecho! que si todas las damiselas hicieran lo mismo con los vejestorios enamorados, mandarlos a su casa después de pegarles cuatro palmadas, las esposas honestas no estarían en esta agitación y no pasarían la pena negra.

También entran allí señoras decentes a expiar sus pecados, esposas ligeras de cascos que han hecho alguna trastada a sus maridos, y otras que buscan en la soledad la dicha que no tuvieron en el bullicio del mundo. Fortunata seguía dando cabezadas. Había oído hablar de aquella casa, que era el convento de las Micaelas.

Finge que se alborota por defender su honor que, en resumidas cuentas, aquí nadie se atreve a amenazar seriamente, y lo que en rigor la irrita, es mi frialdad.... ¿Pero qué hace? vamos a ver.... Mire usted, Álvaro, por nada de este mundo daría yo un disgusto a mi Anita, que es ahora modelo de esposas; siempre fue buena, pero antes tenía sus caprichos, ya recuerda usted.... , ... al grano.

Timoteo salió a alquilar un carruaje. Tanto él como Mario se brindaron a acompañarle y sus esposas respectivas lo mismo. Miguel Rivera, que estaba allí casualmente, también quiso ser de la partida. A las tres de la tarde salieron todos, en un familiar, de la calle de Ramales, célebre ya en todo el orbe, en dirección a la puerta de Toledo. El día claro y apacible.

Honradas esposas, dijo una dama de cincuenta años, de facciones duras, voy á deciros lo que pienso. Redundaría en beneficio público si nosotras, las mujeres de edad madura, de buena reputación, y miembros de una iglesia, tomásemos por nuestra cuenta la manera de tratar á malhechoras como la tal Ester Prynne. ¿Qué pensáis, comadres?

En mi tiempo éramos más prácticos y no educábamos a las jóvenes más que para esposas ni les inculcábamos cualidades o talentos más que para el matrimonio... Aquel era mejor tiempo. De eso habría mucho que hablar respondió el cura moviendo la cabeza.

, por cierto: la hay tanto en las Sagradas Escrituras como en los Estatutos de la ciudad. Los magistrados que no han hecho caso de ella, tendrán que culparse á propios, si sus esposas ó hijas se desvían del buen sendero. ¡El cielo se apiade de nosotros! buena dueña, exclamó un hombre ¿no hay por ventura más virtud en la mujer que la debida al temor de la horca? Nada peor podría decirse.

Su crimen, dijo Sorege fríamente, y su condena. Es, por cierto, bastante. ¿Piensa usted que si yo hubiera perdido hasta ese punto la memoria, el mundo no me hubiera recordado que Jacobo de Freneuse fué arrancado por los gendarmes del banquillo de los acusados y conducido con esposas primero á la cárcel y después á presidio?

Palabra del Dia

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