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Actualizado: 7 de julio de 2025
Sin embargo vosotros, cristianos de Córdoba y Sevilla, ¿no debísteis entonces á este mismo rey Abde-r-rahman la seguridad y defensa de vuestras haciendas, de vuestras hijas y esposas, de vuestros hogares y de vuestra fé?
Los religiosos, aturdidos por la argumentación atropellada del Nacional y las risas de los otros toreros, acababan por apelar a un recurso extremo. ¿Y hombres que exponían su existencia frecuentemente no pensaban en Dios y creían tales cosas? ¡Cómo estarían rezando a aquellas horas sus esposas y madres!...
Yo quiero ir a verle, como que le voy a tomar la confesión respondió el Corregidor , y de nuevo os encargo, señora, que nadie sepa esta historia hasta que yo lo quiera. Llegóse la noche, y siendo casi las diez, sacaron a Andrés de la cárcel, sin las esposas y el piedeamigo; pero no sin una gran cadena que desde los pies todo el cuerpo le ceñía.
Dividióse pues la sociedad de Manila en dos bandos, en operetistas y antioperetistas que se vieron secundados por señoras de edad, esposas celosas y cuidadosas del amor de sus maridos, y por las que tenían novio, mientras las libres y las hermosas se declaraban furibundas operetistas.
Guardaos de jugar todo vuestro destino a un suceso que no depende de vosotras. Antes de ser esposas, antes de ser casaderas, sois personas; el perfeccionamiento de esa persona depende sólo de vosotras.» ¡Bravo por Marcel Prevost! exclamé con entusiasmo. Todo eso es justamente lo que yo pienso... ¡Y qué bien dicho está!...
Pero si le miran á usted con una lente de disminución, si le ven empequeñecido hasta el punto de que se borren tales detalles, reconozco que tiene usted un aspecto simpático y hasta se parece á algunas de las esposas de las altas personalidades que nos gobiernan. Yo pienso llegar á la capital mucho antes que usted, para rogar al Consejo Ejecutivo que le mire con lentes de tal clase.
Madres, las que dirigen al hijo de sus entrañas, no piensen que las engaña, ni que les habla un falsario lo que es el ser presidiario no lo sabe la campaña. 683 Hijas, esposas, hermanas, cuantas quieren a un varón, díganles que esa prisión es un infierno temido, donde no se oye más ruido que el latir del corazón.
Golbasto, que allá donde iba se consideraba el centro de la reunión, entró en los salones saludando majestuosamente á la concurrencia. Casi todos los altos profesores de la Universidad habían venido con sus familias. Las esposas masculinas y los hijos, con blancos velos, coronados de flores y exhalando perfumes, ocupaban los asientos.
El paje de Cuenca, el pendenciero de Sevilla, avanzaba tierra adentro con unos pocos hombres, hasta llegar al campo del cacique. Allí seducía al salvaje con buenas palabras, le engañaba, sacándolo de entre los suyos, y le ponía por sorpresa unas esposas en las manos.
Y era también costumbre sancionada por los años, tolerancia perpetuada por la tradición, abuso que tomó origen en el capricho de un rey absoluto, ganoso de repoblar su reino. Antes de romper el alba, la columna se ponía en marcha. Después, los padres anónimos morían en presidio, y los hijos de aquellas esposas de una noche se llamaban los hijos del camino. Así fue concebido Juan.
Palabra del Dia
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