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Voy á esperarla á Venecia, y atravesarémos la Francia para ir á Italia: ¿me acompañará vm.? Con mil amores, respondió Martin; dicen que Venecia solo para los nobles Venecianos es buena, puesto que hacen mucho agasajo á los extrangeros que llevan mucho dinero: yo no le tengo, pero vm. , y le seguiré adonde quiera que fuere.

También se le ocurrió, como hijo que era de matriculado y marisco por los cuatro vientos, solicitar, á ejemplo de muchos de sus compañeros, un puesto y quiñón correspondiente en una lancha pescadora; pero esto le ocuparía demasiado. Tendría que esperarla todas las noches, limpiarla y vigilarla todo el año y desenmallar sardina en el verano.

Dejémosla mal dormida, abrazada consigo misma, a las altas horas de la noche, cuando todo ruido cesara en la casa. ¿Era aquello felicidad o martirio? Dice Miquis, y quizás dice bien, que no existiría ni siquiera el nombre de felicidad si no se hubieran dado al hombre, como se da al niño el juguete, el consuelillo de esperarla. Capítulo VI ¡Hombres!

Hay que hacerles saber que tengo un diploma universitario y que odio a la Policía tanto como ellos. ¿Pero qué hacer? La muchacha ha desaparecido. No puedo esperarla aquí hasta mañana. ¡No faltaba más! Por otra parte, aun no he comido...»

Y mientras pasaba la lengua por la goma del sobre, moviendo la cabeza a derecha e izquierda, encogió los hombros y dijo a media voz: No tiene por qué ofenderse. Se acostó en el lecho blanco y alegre que estaba junto al de Quintanar. El viejo madrugaba más que Ana, y salía a la huerta a esperarla.

No hubo joven más o menos gallardo o acaudalado que por iniciativa propia o por las insinuaciones de su familia no se resolviese a pasearle la calle, a esperarla a la salida del colegio, a mandarle cartitas y a decirle requiebros en el paseo. La niña, ufana con tanto acatamiento, embriagada por el incienso, no se daba punto de reposo tomando y soltando novios.

Esteven pudo encajar en este primer paréntesis de S. E. su respetuosa protesta contra una resolución que calificaba de poco patriótica; el ilustre doctor Eneene se debía a los suyos, ante todo, y si la revolución venía, que no vendría, hallábase obligado a esperarla a pie firme, dispuesto a vender cara su cartera y a defender sus actos.

Pues bien, volved los ojos á la otra parte, ¿qué mirais? un mar que nos negará campo abierto á la huida, si con un infeliz revés nos maltratare la fortuna. En esta parte no esperemos amparo ni abrigo sino la muerte; i si solo fuere la muerte, acostumbrados estais á esperarla con pié firme i con sereno rostro; pero con ella nos espera la infamia. Volved los ojos á la otra parte.

Paez que el viento, al rebombar en el cañón de la chimenea, me dice algo que nunca había oído yo antes; pero algo muy temeroso y muy triste... vamos, que ajuyera de ello de buena gana, si el temporal de afuera no me cerrara todos los caminos de escape, y el frío no me encadenara los remos y no me cortara la poca respiración que me queda en el gaznate... Otra cosa nunca vista: te puedo jurar que no me asusta la muerte porque soy viejo y cristiano y que ha de venir sin tardar mucho y que me toca esperarla confiado en la misericordia de Dios, como la espero; y con ello y con todo, me espanta la enfermedad que me va quitando la vida. ¿Cómo se explica este potaje? ¿Qué te parece a ti que será esto, Marcelo?

Pero ¡ay! no busquéis en los habitantes de Villaverde una alegría placentera, como pudierais esperarla, en harmonía con la naturaleza; no busquéis allí caracteres regocijados, espíritus afables y risueños. Villaverde es la ciudad de los espíritus desalentados y melancólicos; es la ciudad de las almas tristes. ¿Cosa del clima?