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Actualizado: 26 de julio de 2025
A mi observación contestó Antonio: Sí. Mi madre la llama «El Jardín de la Sultana». No te sientes ahí, agregó al ver que me disponía a hacerlo sobre un ancho banco, o poyo de piedra, cercano. Aquí estarás más cómodo. Y al borde mismo del estanque permanecimos algún tiempo, escuchando el suave rumor del agua.
Magdalena, dechado de elegancia y distinción, apoyábase en su novio y éste, radiante de felicidad, olvidándose de los espectadores, del bullicio del baile, del ritmo de la música, y anegando sus miradas en los ojos entornados de Magdalena, confundiendo con ella su aliento y escuchando los latidos de sus corazones, unidos por misteriosa corriente magnética, sintiose contagiado por la embriaguez que dominaba a su novia y le trastornó el vértigo.
Si no hubiera pasado largas horas echado en la yerba, mirando ó escuchando á tales seres, hermanillos míos, quizá no habría comprendido tan bien cuánta es la vida de esta gran tierra que lleva en su seno á todos los infinitamente pequeños y los transporta con nosotros por el espacio insondable. #Las cumbres y los valles#
Salimos del gabinete Amaranta y yo, dejándolas solas para que hablaran a su gusto; pero la condesa apostándose tras de la puerta, me dijo con malicioso acento: Yo me quedo aquí para oírlo todo. Será curioso lo que hablen. Ya sabes que en palacio he realizado grandes cosas escuchando detrás de las cortinas. No es ningún negocio de Estado lo que van a tratar. Yo me voy.
No por esto le asustó su condición de soldado raso mientras sirvió de asistente a su coronel. El cómo y el cuándo no preocupaban a Simón gran cosa. Gustábale mucho viajar de pueblo en pueblo y de ciudad en ciudad; y viendo aquí y escuchando allá, fue familiarizándose con ciertas cosas y acontecimientos, pero sin enamorarse de ellos.
Sarto, que andaba agitado y nervioso, se sorprendió mucho al verme aquella mañana, arrellanado en cómodo sillón de brazos, escuchando la canción amorosa que con muy buena voz entonaba uno de los caballeros de mi séquito.
Y el sol se paró en medio del cielo, y no se apresuró a ponerse casi un día entero. 14 Y nunca fue tal día antes ni después de aquél, escuchando el SE
Más aún que los sablazos, irritaron a la manifestación los palos de ciertos hombres sin uniforme que iban en el entierro escuchando lo que se hablaba en los grupos, y que, al sonar los primeros golpes, habían enarbolado el vergajo, apaleando en derredor suyo. La muchedumbre bramaba contra los canallas de «la secreta».
El jorobado marchaba detrás, satisfecho de no pasar por la humillación de que su hija le tapase, pues a causa de la gran diferencia de estatura así sucedía siempre. Caminaron unos instantes en silencio, escuchando el estruendo lejano del mar que batía contra las peñas y el leve rumor de la lluvia sobre el paraguas.
Al cabo de dos segundos, no escuchando ni media palabra, exclamé: ¿Y? ¡Empezad, pues, tío! Hazme el servicio de enderezarte, Reina y de tomar una actitud más respetuosa. Pero tío repuse abriendo los ojos, asombrada; no ha sido mi intención faltaros al respeto, y si me he puesto en esa actitud era para oíros mejor. Sobrina, me vas a hacer perder la cabeza.
Palabra del Dia
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