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Actualizado: 26 de junio de 2025


Escuchando aquellas voces engendradas por el movimiento y la actividad de la vida moderna, pensaba que en el ancho seno de la villa, tras cada balcón, en cada casa, al resplandor de cada luz, al volver de cada esquina, habría quien padeciese torturado por propias y punzantes penas; pero que nadie sufriría un dolor tan hondo y acerbo como el suyo.

Tiene además una mala suerte espantosa: todo lo pierde. Estos tiempos son fatales para las personas de sangre real. Casi lloré escuchando sus miserias, y sentí no poder darle más. ¡Una hija de rey!... Pero su padre renegó de ella cuando se fué con un artista obscuro dijo Atilio . Y además, don Carlos no era rey de ninguna parte.

Tenga cada acto cuatro pliegos solos, Que doce están medidos con el tiempo; Y la paciencia del que está escuchando. En la parte satírica no sea Claro ni descubierto, pues que sabe Que por ley se vedaron las comedias Por esta causa en Grecia y en Italia; Pique sin odio, que si acaso infama, Ni espere aplauso ni pretenda fama.

Encontré a mi amigo tan afanoso y preocupado dictando órdenes, conferenciando con sus administradores, escuchando las peticiones de una nube de parásitos, que no tuvimos tiempo a dedicar un recuerdo a aquel noble varón que desde hacía pocos días descansaba en la cripta.

Ese es el mayor enemigo de este país: mata las energías, crea engañosas esperanzas, acabo con la vida prematuramente: todo lo destruye; hasta el amor. Fermín sonreía escuchando a su maestro. ¡No tanto, don Fernando!... Reconozco, sin embargo, que es uno de nuestros males. Puede decirse que llevamos la afición en la sangre.

Con silencio grande estuve escuchando lo que mi amigo me decía, y de tal manera se imprimieron en sus razones que, sin ponerlas en disputa, las aprobé por buenas y de ellas mismas quise hacer este prólogo; en el cual verás, lector suave, la discreción de mi amigo, la buena ventura mía en hallar en tiempo tan necesitado tal consejero, y el alivio tuyo en hallar tan sincera y tan sin revueltas la historia del famoso don Quijote de la Mancha, de quien hay opinión, por todos los habitadores del distrito del campo de Montiel, que fue el más casto enamorado y el más valiente caballero que de muchos años a esta parte se vio en aquellos contornos.

Pasé todo el día inquieto y nervioso, escuchando el toque de la campanilla fúnebre por todas partes. A la verdad, no puedo decidir si la campanilla sonaba realmente, o eran mis oídos los que la hacían sonar. Compré cuantos papeles se vendían por las calles referentes al reo, y los devoré con ansia.

Vagó una media hora por los salones, escuchando de lejos las palabras de los que se ocupaban aún de la duquesa. Una tarde había bastado para llevarse las ganancias de muchos días de éxito. Su infortunio resultaba tan inaudito como su buena suerte. No había acertado una sola vez. Sintió de pronto en su espalda el contacto de una mano nerviosa.

Quise entonces contarle que el cielo se había quemado; pero no encontraba palabras para contarlo... Cuando las encontré, me había olvidado de lo que quería contar. Por eso guardé un largo silencio, en el cual me dijo Nanela, ¡oh querida y dulce Nanela! que, por rara casualidad, algunas veces amanecía en esa población... El sol debía estarla escuchando.

Gabriel, escuchando el canto monótono de los sacerdotes mozárabes, recordaba las luchas en tiempo de Alfonso VI entre la liturgia romana y la de Toledo, el culto extraño y el nacional.

Palabra del Dia

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