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Actualizado: 3 de septiembre de 2025
Fenece aquí la triste su triste hora, Cubierta de mil flechas y arpones: Doña Maria de Angulo, causadora De motines, revueltas y pasiones, Amiga de mandar, y tan Señora, Que con todos tramaba disenciones: Su nieta Doña Elvira, mal herida, Quedaba entre las yerbas escondida.
La señorita de Lamartine y Sofía estuvieron presentes y yo escondida en un gabinete junto a la alcoba, llena de dolor y resignación. Muchas veces había pensado en este terrible momento, que creía no poder soportar; pero me encontró completamente transformada después que el sacerdote cumplió su divina misión.
¡Cuánto me alegro! dijo Fortunata por decir algo, y miró a la calle al través de los cristales, temiendo que le leyeran en la cara los pensamientos que la canonjía de su cuñado le sugería. «¡Lo que es el mundo! pensaba . Razón tenía D. Evaristo. Hay dos sociedades, la que se ve y la que está escondida.
Para mayor precaución cargaron con todas las municiones, no queriendo dejarlas en la barca, que, aunque bien escondida, corría el peligro de ser descubierta y saqueada. ¡A tierra! exclamó el Capitán. Por el recodo del río había aparecido una piragua tripulada por muchos hombres, y detrás se veía ya la proa de otra.
Tapado todo ello con el mezquino traje exterior, me pareceré a la violeta, que, escondida entre las verdes hojas y tal vez entre feos hierbajos, no deja conocer que exista como no sea al que tenga la nariz muy fina y por su delicado olor la descubra. Seré como aquel personaje de cierto romance que recita don Pascual, el cual personaje vestía de peregrino y llevaba una esclavina
Constituidos en la casa, si ven que nada falta en ella, es mala señal; mas si por el contrario, se encuentran solo con las paredes, sin que haya fuego, ni leña en el hogar, ni bancos, mesas y lamcapes en la caída y sala, entonces la cosa varía de aspecto, y el novio, el amang-cruz y los individuos de la familia de aquel, en un momento llevan cuanto hace falta, procediéndose acto continuo á preparar la cena y buscar á la dalaga, que la tienen escondida en alguna casa vecina.
La carta de don Juan escondida en el libro devoto, leída con voz temblorosa primero, con terror supersticioso después, por doña Inés, mientras Brígida acercaba su bujía al papel; la proximidad casi sobrenatural de Tenorio, el espanto que sus hechizos supuestos producen en la novicia que ya cree sentirlos, todo, todo lo que pasaba allí y lo que ella adivinaba, producía en Ana un efecto de magia poética, y le costaba trabajo contener las lágrimas que se le agolpaban a los ojos.
Llévame en brazos, escondida, como una criatura.... Señorita, está usté perdiendo la chaveta. Vaya, tranquilícese. Llore, que el llanto le hará bien. Era ya de noche. Felicita, llorando, cada vez con desconsuelo más dulce, resignado e inconsciente, se adormeció como un niño. Estaba tumbada en el sofá.
Y esto sucede a doscientos pasos de la Universidad.... Y yo llevo veinte años en la Universidad sin haberme enterado.... Este hombre desconcertante e inaudito, ¿es un humorista? ¿Es un genio lóbrego, en bruto, como la piedra diamante escondida en el seno de la tierra? ¿Es un loco?» Y el buen Estudiantón se hacía un lío.
Sin que lo viese ella, que tenía escondida la cabeza entre las manos, levantó los brazos y llevó los puños crispados a los ojos. Dio dos vueltas por el gabinete. Volvió a paso largo al lado de la Regenta que seguía de rodillas, sollozando y ahogando el llanto para que no sonase. Ahora, Ana, ahora es mejor... aquí... aún hay tiempo.... Aquí no, no.... Ya es hora... va usted a llegar tarde....
Palabra del Dia
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