United States or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !


No parece la misma.» Y sus palabras y sus gestos dejaban traslucir la misma idea que los de la superiora; esto es, que nunca la habían juzgado con el espíritu de oración y contemplación indispensable para ser esposa de Jesucristo, o sea, hablando vulgarmente, que la habían considerado toda la vida como una joven sin chaveta.

Créeme, Juanita: prestándote los ocho mil reales nos exponemos a quedarnos sin ellos, y además a perder otro veinticinco por ciento, o sea, otros dos mil reales, que hubiéramos ganado dando a los ocho mil más lucrativo empleo; pero, en fin, ¿qué se ha de hacer? Mi señor esposo pierde la chaveta cuando ve un palmito como el tuyo.

Barbarita se echó a reír con donaire. «Pero qué, ¿os han dado otro timo?». Quia; ahora no. Este es auténtico... este es de ley; no tiene hoja, como el otro, por quien perdiste la chaveta. ¡Bah!, no quiero oírte... repuso Barbarita con humor festivo, y se separó de ellas para ir presurosa a la iglesia. Oye... mira dijo Guillermina llamándola... Cuando salgas, date una vuelta por las tiendas.

Llévame en brazos, escondida, como una criatura.... Señorita, está usté perdiendo la chaveta. Vaya, tranquilícese. Llore, que el llanto le hará bien. Era ya de noche. Felicita, llorando, cada vez con desconsuelo más dulce, resignado e inconsciente, se adormeció como un niño. Estaba tumbada en el sofá.

Juan Bou iba ya pocas veces, porque la franqueza con que la ingrata demostraba su antipatía, era lento antídoto del veneno de la pasión de él, y así, o por dignidad o por enfriamiento, el buen hombre se retraía y apartaba de aquel gran peligro de su vida. «Calavera de un día decía para , vuelve a tu choza y no pierdas la chaveta.

Teníamos una asistenta vieja para aviar las habitaciones, porque la duquesa, sabiendo lo enamoriscado que era mi padre, no consintió que tomase criada, no fuese a perder la chaveta y hacerme a perder la inocencia. La señora cuidaba de como una madre. Me llevaba con frecuencia a comer con ella, y me daba libros a que se los leyese. También me enseñó algo de francés.

Verdad que exigí pruebas... pero mientras venían tales pruebas, perdí la chaveta... ¡cosas de viejo!, y estuve todo aquel día haciendo catálogos.

¡Y usted se atribuye la invención! dijo con sorna Malespina . Pero, hombre de Dios, si los asturianos fueron los primeros que en tal cosa pensaron, y desde el 30 de mayo salieron de Gijón mis queridísimos amigos D. Andrés Ángel de la Vega y el vizconde de Matarrosa, hijo del conde de Toreno... ¡Bah, bah!... Estos diplomáticos han perdido la chaveta.

«Pero, vamos a ver... dijo la señorita al fin, comenzando a serenarse . Todo eso que usted me cuenta, ¿es verdad o es locura de usted?... Porque a me han dicho que usted ha escrito novelas, y que por escribirlas comiendo mal, ha perdido la chaveta».

Si parece usted un espantajo. ¿Qué diría la gente si le ve y le oye hablar aquí y requebrar en la oscuridad a una mocita? Capaz será de decir que ha perdido usted la chaveta y que no sirve para secretario del Ayuntamiento y consejero de don Andrés. Don Paco se apartó entonces y dejó pasar a Juanita; pero en vez de dirigirse hacia la fuente, se volvió, siguiéndola, hacia el lugar.