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Actualizado: 25 de julio de 2025
No había hecho mas que dormir, como tantos protagonistas de cuentos y comedias, soñando con arreglo á su última lectura y viendo las escenas de su ensueño lo mismo que si realmente transcurriesen en la realidad. Sintió un escalofrío, y poniéndose de pie, miró su reloj. Eran las ocho. Los pasajeros debían estar ya terminando de comer.
En la memoria de Gabriel habían abierto un surco hondo, una herida profunda que no se cerraba, que se estremecía con el más leve recuerdo, turbando su calma, haciéndole temblar con el escalofrío del terror. Se había apoderado de la sociedad la locura del miedo y atrepellaba leyes y respetos humanos para defenderse.
Apenas un movimiento un poco rápido del pecho y un ligero temblor de sus hermosos ojos indicaban la angustia que la torturaba. Estaba en apariencia tan tranquila como la más indiferente de las invitadas de Harvey. Tragomer eligió aquel momento para levantarse y saludar á la cantante. Jenny le vió aproximarse y un escalofrío recorrió sus carnes satinadas, pero no volvió siquiera la cabeza.
Y los miles de gritos, con una melopea recomenzada incesantemente á través de los días y las noches, cantaban el choque monstruoso que había presenciado esta tierra y del cual guardaba todavía un escalofrío trágico. Muertos... muertos murmuraba Chichí, siguiendo con la vista la fila de cruces que se deslizaba por los flancos del automóvil en incesante renovación.
¿Y no nos dais para beber? dijo este último ; mis camaradas se han ido rendidos. Dió un escalofrío al cocinero mayor, que dió, con un violento esfuerzo, cuatro escudos al soldado y un ducado á los mozos. Al fin se encontró solo con el alguacil, que había penetrado en aquella especie de sancta sanctorum del cocinero mayor. Este cerró la puerta.
El viejo ha sacado de debajo de la capa un grueso cartapacio y mientras lo ponía sobre la mesa ha repetido: Sí, sí; usted es crítico. Azorín, al ver el cartapacio, ha sentido un ligero escalofrío; toda su anterior complacencia se ha trocado en temor. No, no ha replicado ; yo se lo aseguro a usted: yo no soy crítico.
Arrojó otra piedra, y luego otra, persiguiendo de este modo al terrible pez mecánico que daba vueltas en torno á su bote. Sintió un escalofrío de angustia al darse cuenta de que sólo le quedaba un pedazo de roca como último proyectil, y lo arrojó con toda la fuerza de su desesperación, casi sin mirar, confiándose al instinto y á la suerte.
Hablaba de repente, llamas de amor místico subían de su corazón a su cerebro, y el púlpito se convertía en un pebetero de poesía religiosa cuyos perfumes inundaban el templo, penetraban en las almas. Sin pensar en ello, Fortunato poseía el arte supremo del escalofrío; sí, los sentía el auditorio al oír aquella palabra de unción elocuente y santa.
Un escalofrío recorrió mi cuerpo; me sentí culpable y avergonzado, como debió sentirse el viejo marinero del poema cuando dió muerte al albatros con su ballesta. Por fin me asomé. Ni el pájaro yacía en la casi desierta calle ni advertí trazas de sangre en el barandal de la ventana. A poco tuve todo aquello por una alucinación y quedé desconcertado. ¿Sería un preludio de locura?
Me aproximé, y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo. ¡Los muertos habían jugado una partida de ajedrez! Sí, allí en el rincón, sobre la loceta blanca, estaba un blandón, y enfrente de él, salvada una hilera de cuadros, y ocupando sus respectivas casillas, un jarrón, un candelero pequeño y uno de los perfumadores, éste el más próximo al muro.
Palabra del Dia
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