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Actualizado: 3 de junio de 2025
Pues ni eso poco me concedes: ya ves que no puedes concederme menos... y es natural, muy natural, que lo sienta; y sintiéndolo, que te lo diga; lo cual no debe extrañarte, porque también tú me querrás sincero antes que falso... ¿No es así, Nieves?... En este supuesto, todavía tengo que decirte más, y te digo que es cierto que nunca te vi entusiasmada con tu primo; pero que también es verdad que lo de ese disgustillo de que te acabo de hablar, es cosa nueva en ti: desde que estamos en Peleches.
¡No, no, me lo va usted a fatigar demasiado! respondió riendo la mamá, entusiasmada por la perspectiva de ver a su hijo hecho un hombre y en traje de cazador. ¡Qué se ha de cansar! Le montaremos a caballo. Además allí no se necesita andar mucho para hallar las perdices. Desde el balcón de mi cuarto las veo muchas mañanas. ¡Oh, qué gusto! ¡Qué bien estaría yo allí!
Su discreción ocultaba su juicio, pero su penetración lo veía todo y lo apreciaba en su justo valor. Después de comer tocole el turno a Antoñita, que estaba entusiasmada de ver a Amaury, tan noble, tan generoso y tan vehemente. Trató de su suerte como había tratado antes Amaury de la suya.
Ni ella ni él veían esto; la criada estaba entusiasmada, enternecida; Bonis se lo agradecía en el alma, mientras se ponía los pantalones al revés y tenía que deshacer la equivocación, temblando, anhelante, dudando si romper una vez más con lo convencional y echar a correr en calzoncillos por la casa adelante.
La ciega hablaba como si no lo fuera y así hacía siempre. Los comensales se miraban unos a otros sonriendo con una mezcla de alegría y de compasión. Elena, entusiasmada con el elogio, no parecía fijarse y le hacía preguntas y consultaba detalles. «¿Qué te parece, pondré sobre la chimenea un reloj imperio o una estatua? ¿Pondré la luz en el techo o en los rincones? Pocos muebles, ¿verdad?
¿Por qué no se viene usted conmigo a elegirlas? Y Artegui presentó a Lucía su toca. Los escrúpulos de la niña se volaron como un bando de asustadas codornices, y algo vergonzosa, pero más contenta, se colgó del brazo de Artegui prontamente. Veremos las calles, ¿verdad? exclamó entusiasmada.
Don Anselmo llegó a confesar que le entraban ganas de ser cristiano; doña Manolita y su marido se sintieron más cristianos que nunca; D. Acisclo halló que su sobrino tenía casi tanto entendimiento como él, si bien aplicado a cosas menos prácticas; y doña Luz, embelesada, entusiasmada, añadió acaso, con su rica imaginación poética, mil quilates de hermosura, de novedad y de profundidad, al discurso del Padre, del cual no perdió ni una sola cláusula, comprendiendo el más hondo sentido del conjunto y de cada sentencia.
El matrimonio exclamé entusiasmada, es la más hermosa de las instituciones que existen en la tierra. La unión perpetua con la persona amada, y se canta y se baila y se besan la mano... ¡Ah, sí, es encantador! ¿Se besan la mano? ¿Por qué la mano, sobrina? Porque yo... en fin, yo pienso así exclamé dedicando a mi pasado una sonrisa llena de misterios.
Diga usted más bien Marcel Prevost... En cuanto a mí, te engañas seguramente, abuela. No, no, sé lo que me digo... Ya estás entusiasmada por las teorías de ese caballero... ¡Ah! qué jóvenes las actuales... ¡Ay! gimió la de Dumais a modo de aprobación. ¿Por qué educar a las jóvenes como se hace ahora? dijo la abuela con más energía.
Vaya usted en busca del Doctrino y le designará su puesto. Yo creo que hasta estará mal visto que usted no figure en este asunto, después de haber pronunciado el discurso que oímos anoche. ¡Qué discurso, amigo! Es usted un gran orador. Si viera usted cuánto gustó: está la gente entusiasmada.
Palabra del Dia
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