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Actualizado: 3 de mayo de 2025
La frente arrugada, los ojos serios, volvió a pasar el puente y marchó por el monte a paso más vivo. Los árboles se hicieron cada vez más raros y más bajos, la maleza obstruía los senderos. En algunos sitios libres crecían el tomillo y el romero. Acometida de un fuerte enternecimiento al recuerdo de su marido arrancó algunos puñados y se los llevó a la nariz con los ojos mojados de lágrimas.
Le había cogido una mano y se la apretaba y acariciaba con intermitencias nerviosas. De vez en cuando la llevaba a los labios y se la besaba con fuerza. Doña Paula la miraba con enternecimiento y sonreía gozándose en la felicidad que inundaba el corazón de su hija. El reloj del comedor vibró, dando las doce y media. Gonzalo levantóse apresuradamente. ¡Oh, qué tarde! ¿Qué dirá don Rosendo?
Mientras hablaba de este modo, la tía se enjugó algunas lágrimas; Judit, conmovida por aquel enternecimiento, se atrevió entonces a preguntar solamente quién era aquel protector y por qué había merecido ella una distinción tan elevada. Ya lo sabrás, hija mía, ya lo sabrás... Por el momento, todas tus compañeras se van a morir de envidia.
El maestro de escuela había ido a arrodillarse junto a su mujer e hijos, que lo abrazaban con enternecimiento, recordando su peligro de hacía tres años; el alcalde, como un patriarca bíblico, ponía las manos sobre la cabeza de sus hijos, agrupados en su derredor; el tío Francisco y la tía Juana también, en medio de sus hijos, murmuraban llorando su oración; Gertrudis abrazaba a su hermosa hija, quien inclinaba la frente como agobiada por la felicidad, y Pablo sollozaba, quizás por la primera vez, teniendo aún entre sus manos la blanca y delicada de su adorada Carmen, que acababa de abrir para él las puertas del paraíso.
Media hora larga le costó al soñador su composición simbólica; mas fue premio de la inspiración y del esfuerzo un noble orgullo de artista satisfecho; sensación que se mezcló enseguida con un enternecimiento austero y en su austeridad voluptuoso, que le hizo inclinar la cabeza, apoyar la frente en las manos y meditar sollozando y con lágrimas en los ojos.
Cogió al niño de brazos de su cuñada, y sin mirarlo, como si quisiera evitar un enternecimiento indigno de él, lo pasó a los brazos de la vieja, encargándole su cuidado... Era asunto de media hora: volverían pronto por él, en cuanto terminasen cierto encargo. Marieta rompió en sollozos y se abalanzó al niño para besarle. Pero su cuñado tiró de ella. Avant, avant. Se hacía tarde.
«El Sr. de Pez me ha dicho que usted deseaba hablarme. El Sr. de Pez me escribió a Córdoba diciéndome que usted..., parece que asegura...». ¡Cosa rara! También parecía turbada la marquesa. Pero lo que más pasmó y confundió a Isidora fue no ver en la digna señora señales de enternecimiento. «Es usted, según creo dijo esta , una joven que se llama Isidora, hija de un tal Rufete...
Allí estaba lo mejorcito de la Bolsa. «Alcistas», que respiraban satisfacción por la reciente victoria; los partidarios de la baja, mustios y desalentados, y los que ganaban siempre, los corredores y sus ayudantes, gente joven y amiga de Juanito, recordando con cierto enternecimiento las bromas que se permitían con aquel barbudo de corazón de niño.
Roussel, en camisa y con el candelero en la mano, se sintió presa de un súbito enternecimiento, y aun á riesgo de coger un resfriado, permaneció contemplando al huérfano. La luz, hiriendo los ojos de Mauricio, le despertó.
Predispuesto como estaba al enternecimiento, aquella escena me produjo una impresión viva. Despertaron en mi espíritu las dormidas emociones de la infancia, cuando mi madre me llevaba a confesar con fray Antolín el excusador. Sentime gratamente turbado y en la mejor disposición posible para llorar los pecados de mi vida y acercarme contrito al tribunal de la penitencia.
Palabra del Dia
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