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Actualizado: 18 de junio de 2025
En ningún mapa habría ya sitio en que ponerla. Ni era menester porque el mágico Apolidón había derribado el Arco de los leales amadores, enojado de que ya nadie pasara por él, como pasó Amadís fiel a Oriana. Poco satisfecho estaba Morsamor de sí mismo en aquellos instantes. Cuando iba a llegar al término de su peregrinación, un fúnebre presentimiento contristaba su alma.
Dichosos nosotros que podemos pensar y decir sobre el futuro y el pasado lo que se nos venga a la mente, sin temor de que nos atormenten, nos quemen o nos destierren los ministros de Dios ofendido y enojado por ello, como lo hacían con nuestros abuelos, casi sin temor de que nos injurien, nos calumnien y nos persigan, como lo hacían con nuestros padres, los representantes oficiales del Dios de bondad.
Quedose perplejo don Cándido, y haciendo al fin un esfuerzo por parecer enojado, contestó: A pesar de eso. ¡En domingo no se trabaja! ¿Y cuántos sois? Doce. ¿Cuánto gana cada uno? En junto: ¿cuánto importan los jornales de hoy? El cantero sacó la cuenta por los dedos, y repuso: Ciento quince reales.
Estaba que echaba bombas, ¡qué enojado!, ponía unos ojos..., ¡caramba!, dije yo para mi chaleco, no quisiera yo estar en el pellejo de esa Gaviota. A todo esto, lo que me tenía parado era que reñían cantando. ¡Vaya!, será la moa por allá, entre la gente de fuste.
Es verdad que está enojado, Pero como os ha criado, Templa conmigo el castigo. Que si como Dios le dijo Le ha de quebrar la cabeza Al Dragón, vuestra tristeza Será entonces regocijo. Porque no pudiendo vos Satisfacer de justicia Tanto pecado y malicia, Satisfaga Dios á Dios. Esta Señora que os digo Será su divina Madre. Esperadla, que ha de ser De vuestro destierro fin.
11 Y Naamán se fue enojado, diciendo: He aquí [yo] decía para mí: Saldrá él luego, y estando en pie invocará el nombre del SE
El obispo D. Sancho de Rojas, que era de la parcialidad del infante, vino enojado al cabildo y contradijo esta determinacion, y la declaró por nula prohibiendo practicarla so pena de excomunion mayor. Obedeció el cabildo y la mandó borrar del libro de las constituciones.
Miren vuestras mercedes también cómo el emperador vuelve las espaldas y deja despechado a don Gaiferos, el cual ya ven como arroja, impaciente de la cólera, lejos de sí el tablero y las tablas, y pide apriesa las armas, y a don Roldán, su primo, pide prestada su espada Durindana, y cómo don Roldán no se la quiere prestar, ofreciéndole su compañía en la difícil empresa en que se pone; pero el valeroso enojado no lo quiere aceptar; antes, dice que él solo es bastante para sacar a su esposa, si bien estuviese metida en el más hondo centro de la tierra; y, con esto, se entra a armar, para ponerse luego en camino.
El bandido se sobrecogió de terror porque imaginó al principio que el viejo guarda, o lleno de envidia por la ventura que otros iban a lograr, o enojado porque le profanaban su mansión, donde el día antes había estado todavía de cuerpo presente, venía ahora capitaneando una legión de demonios para llevárselo al infierno.
Su mamá la consolaba. Su papá fue a hablar él mismo por el teléfono, a reprender al médico y a mandarle, muy enojado, que viniese en seguida a ver a Lita. Hubo todavía que esperar un buen rato. La mamá hizo rezar a Lita sus oraciones de la mañana y le besaba las manitas. Después la hizo desayunarse con una gran taza de chocolate. Y el médico vino al fin.
Palabra del Dia
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