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Actualizado: 25 de mayo de 2025
Las procesiones del barrio habían visto formar muchas veces en ellas a un anciano enjuto, de barbillas blancas, tartamudo, con una mano mutilada, el hidalgo Cervantes, veterano de guerras famosas, que aguardaba la hora de la muerte con melancólica resignación sin otro título que el de «Esclavo de la Hermandad del Santo Sacramento».
No señó, no entra contestó el Morenito . A don Juan, en sacale de sus librotes no sirve pa mardita la cosa... Mu güena persona, mu cabayero, pero no va a ganá en su vida dos pesetas. Era alto y enjuto de carnes, con luengas barbas que a pesar de su juventud le daban un aspecto venerable.
Tendría a lo sumo cincuenta años; era alto y enjuto y de complexión recia, si no fuese el reumatismo que a largas temporadas le atormentaba mucho; gastaba el cabello largo y la barba, ya gris, en forma de cazo.
En el de la otra buhardilla le esperaba la mujer del Tuerto, con los párpados hechos ascuas, las greñas sobre los ojos, la cara embadurnada con la pringue de las manos disuelta en lágrimas, en mangas de camisa, desceñido el refajo y medio descubierto el enjuto seno.
¡Tal vez era posible que estuviera en posesión de la clave del problema que teníamos allí desplegado, y que se estuviese enterando del secreto de Burton Blair, mientras nosotros permanecíamos ignorándolo! De pronto, el anciano y enjuto marino se enderezó, y, mirándome, exclamó, con una sonrisa de triunfo: Mire, señor Greenwood; aquí hay cuatro palos, ¿no es verdad?
Para justificar las señoritas este avance hacia los parajes ocupados por sus amigos, continuaban su tarea distributiva entre los señores adormilados que fingían leer en las inmediaciones del fumadero. «Señor, ¿un bombón?...» Y el gringo, despertado de su lectura por la voz juvenil, levantaba los ojos del volumen alemán o inglés y metía la mano en la arquilla murmurando: «Grachias, mochas grachias». Luego, volvía a sumirse en el libro adormidera. «Señor, ¿un chocolate?» Y el brasileño de tez amarilla y picudas barbillas, enjuto y anguloso, como si el sol ecuatorial hubiese absorbido toda su grasa, saltaba del sillón con galante apresuramiento, como si le fuese en ello la vida: «Muito obrigado... ¡oh! muito obrigado». Y sólo al estar lejos la señorita osaba devolver la gorra a su cabeza y la cabeza al respaldo del asiento.
Por cierto que el inusitado acento llamó mucho la atención de los religiosos, ingleses de pura raza en su mayoría. Pero el abad sólo se fijó en la tranquilidad y la indiferencia que la respuesta del novicio revelaba y la indignación coloreó su rostro enjuto. ¡Hablad! ordenó golpeando con el puño el brazo del sitial.
Al obscurecer llamaba a la puerta el encargado de la cobranza, un hombre alto, enjuto y moreno, al que el exceso de estatura hacía caminar arqueando la espalda. Era de la policía. El que administraba las casas de las Cambroneras teníalo allí como cobrador y guardián del orden, por su carácter de agente de la autoridad.
A la cabeza de la fila, dirigiendo las evoluciones de la danza y acompañándola con patadas y gritos, destacábase un joven altísimo y enjuto de carnes, con nariz aguileña, fino bigote y ojos ardientes. Se cubría con un caftán sucio y magnífico de seda roja bordada de oro. Estos bordados habían tomado con los años un empañamiento verdoso.
Robaron ansimismo lo que hallaron en el otro nuestro navío, y, poniéndonos a nosotros sobre otras pieles, alzando una alegre vocería, nos tiraron y nos llevaron a tierra, que debía de estar desde el lugar del navío como veinte millas. Paréceme a mí que debía de ser cosa de ver caminar tanta gente por cima de las aguas a pie enjuto, sin usar allí el cielo alguno de sus milagros.
Palabra del Dia
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