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Actualizado: 20 de junio de 2025


Continuaba el Cantó sus lamentos, enrojeciéndose con el esfuerzo del cacareo doloroso que daba remate a las estrofas. Su pecho angosto jadeaba con el esfuerzo; dos rosetas de enfermiza púrpura coloreaban sus pómulos; dilatábase su débil cuello, marcándose en él las venas con azul relieve.

Informé fielmente a Roberto de lo que había observado y le pregunté además si no había hecho quizá esperar su visita para aquella época, pues toda la manera de ser de Marta me parecía provocada por una sobreexcitación enfermiza de la espera. Tuve ocasión de estar satisfecha de los conocimientos psicológicos de mis diecisiete años, pues mis previsiones eran justas.

Por fin su imaginación enfermiza resumió todos aquellos desvaríos en esta pavorosa duda: «Si fuese fea... ¿me querríaJamás mujer bonita se ha hecho pregunta tan terrible. En estado de ánimo análogo al suyo debió de verse aquella dama que, perseguida con deseos torpes por un rey de Castilla, se abrasó el rostro para evitar la ocasión de su deshonra.

No había ganado nada a su servicio, ni rentas del Estado, ni libreta en la Caja de ahorros, y no quería nada para . Tenía diez años más que la señora Chermidy, y esto, así como su obesidad enfermiza, le daba la seguridad de morir antes que ella y, desde luego, en su casa; no se despide a un servidor que pueda llevarse nuestros secretos.

Era Obdulia bonita, de facciones delicadas, tez opalina, cabello castaño, talle sutil y esbelto, ojos dulces, habla modosita y dengosa cuando no estaba de morros. No puede imaginarse ambiente menos adecuado a semejante criatura, mañosa y enfermiza, que la miseria en que había crecido y vivía.

La rueda grande permanece suspendida de través entre los dos soportes podridos. Las paletas han desaparecido; sólo los rayos se alzan todavía en el aire, como brazos que se tienden hacia el cielo para implorar el golpe de gracia. El musgo y las algas lo han cubierto todo con un manto de verdor a través del cual el berro muestra sus hojas redondas, de palidez enfermiza.

Aquellas ciudades eran más hermosas que Madrid. ¡Y mire usted que Madrid...! Hasta la zapatera, de pie en un rincón, olvidando la enfermiza prole, escuchaba a Luna con asombro, animándose su rostro con una pálida sonrisa, asomando la mujer al través de la bestia resignada de la miseria cuando Luna describía el lujo de las grandes damas en el extranjero.

Cuando saliesen de la clausura del Goethe, cada uno se iría por su lado; y aunque por una bondad de la suerte llegasen a vivir juntos, Fernando no toleraría la presencia caprichosa y enfermiza de aquel niño que no era suyo. Y ella no podía existir sin Karl.

Eran dos niñas preciosas, de hermosura delicada y frágil, de esa que luce en la juventud con la belleza enfermiza de una flor de estufa, y luego se disipa en el primer año de matrimonio; rubias, delgadas, quebradizas, porcelanescas. Sus ojos claros lucían demasiado grandes en la delgadez linda y afilada de sus caritas de cera.

Sabía la facilidad que tenía para desprenderse de las cosas y la impaciencia enfermiza que le llevaba, por el contrario, a precipitarse hacia las novedades. Entre las dos hipótesis de una ruptura o de una inconstancia, me inclinaba a aceptar la segunda. Estaba en racha de indulgencia: la visita a casa de Agustín me había puesto en temple de mansedumbre.

Palabra del Dia

rigoleto

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