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Actualizado: 20 de julio de 2025
¿Qué hacéis? dijo asustada Esperanza. Yo no me atrevo á entrar dijo el duque. Y entonces, ¿para qué queríais que abriese? Para que salieras tú... ¡Pero Dios mío!... yo no os conozco. ¿Y qué te importa?... Sí, sí dijo con energía Esperanza ; venís encubierto, podéis ser un ladrón, haberme dado esas joyas y ese dinero para engañarme.
Trepaba por un murallón medio deshecho ya, amparo de un viñedo colgado, por decirlo así, en la falda abrupta del monte, cuando del otro lado del baluarte que escalaba creyó sentir rumor de pisadas, que la finura de su oído no confundió con las del cazador; y con el instinto cauteloso de los niños hijos de la naturaleza y entregados a sí mismos, se agachó, quedando encubierto por el murallón de modo que sólo rebasase la frente.
En más de una ocasión las autoridades eclesiásticas y civiles tuvieron que intervenir en tales procesiones de penitencia, á las que hubo pícaros que acudían con fines no muy santos, aprovechándose de lo encubierto de los rostros, la mezcla de sexos, y las obscuridades de las noches.
Crióse el Abindarráez En Cartama con Jarifa, Mozo ilustre, abencerraje En méritos y desdichas. JARIFA. ¡Dichosa el alma mía Que dió tan dulce fin a su porfía! Canten. Pensaba que eran hermanos, En este engaño vivían, Y ansí, dentro de las almas El fuego encubierto ardía. JARIFA. ¡Dichosa el alma mía Que dió tan dulce fin a su porfía! Canten.
Los judíos, pues, conociendo al rei, le hicieron la oferta de treinta mil ducados, con tal que revocase él i su esposa la cédula ordenada para su espulsion; i como estuviese ya dispuesto por el sabor del dinero á dejarse vencer de las instancias de los hebreos, i fuese sabido este propósito por el inquisidor Torquemada, valióse este bellaco de la confianza que le daba la autoridad de confesor del rei, para entrar en el aposento suyo, llevando encubierto en sus hábitos la imágen de Cristo crucificado, la cual descubrió diciendo: Júdas vendió una vez al Hijo de Dios por treinta dineros de plata.
Hasta su indiferencia, hasta su espíritu, dormido a toda ambición, podría contribuir al triunfo. Nada suele perjudicar tanto a otras muchachas, en esto de atrapar un buen casamiento, como el afán cándido y mal encubierto de atraparle. Así, pues, doña Beatriz dejaba dormir a su hermana y no procuraba despertar su ambición.
Durante no breve tiempo, la atención del público inteligente, y, sobre todo, de las pocas personas que leen en España, se fijó con tal ahinco y con tan candorosa admiración en el movimiento intelectual de Francia, y quizá de algún otro país de los que en el día se consideran al frente de la civilización de Europa, que descuidamos mucho el conocimiento de nuestros autores, y aun llegamos á mirarlos con desdén, más ó menos encubierto.
A lo cual respondió Monipodio: Vos, hijo mío, estáis en lo cierto, y es cosa muy acertada encubrir eso que decís; porque si la suerte no corriere como debe, no es bien que quede asentado debajo de signo de escribano, ni en el libro de las entradas: "Fulano, hijo de Fulano, vecino de tal parte, tal día le ahorcaron, o le azotaron", o otra cosa semejante, que, por lo menos, suena mal a los buenos oídos; y así, torno a decir que es provechoso documento callar la patria, encubrir los padres y mudar los propios nombres; aunque para entre nosotros no ha de haber nada encubierto, y sólo ahora quiero saber los nombres de los dos.
Pues una mujer que parecía la Magdalena por su cara dolorida y por su hermoso pelo, mal encubierto con pañuelo de cuadros rojos y azules. El palmito era de la mejor ley; pero muy ajado ya por fatigosas campañas.
Mucho sabéis, mucho podéis y mucho más hacéis. Bastaros debiera, bellacos, haber mudado las perlas de los ojos de mi señora en agallas alcornoqueñas, y sus cabellos de oro purísimo en cerdas de cola de buey bermejo, y, finalmente, todas sus faciones de buenas en malas, sin que le tocárades en el olor; que por él siquiera sacáramos lo que estaba encubierto debajo de aquella fea corteza; aunque, para decir verdad, nunca yo vi su fealdad, sino su hermosura, a la cual subía de punto y quilates un lunar que tenía sobre el labio derecho, a manera de bigote, con siete o ocho cabellos rubios como hebras de oro y largos de más de un palmo.
Palabra del Dia
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