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Actualizado: 29 de octubre de 2025
Bien parece un gallardo caballero, a los ojos de su rey, en la mitad de una gran plaza, dar una lanzada con felice suceso a un bravo toro; bien parece un caballero, armado de resplandecientes armas, pasar la tela en alegres justas delante de las damas, y bien parecen todos aquellos caballeros que en ejercicios militares, o que lo parezcan, entretienen y alegran, y, si se puede decir, honran las cortes de sus príncipes; pero sobre todos éstos parece mejor un caballero andante, que por los desiertos, por las soledades, por las encrucijadas, por las selvas y por los montes anda buscando peligrosas aventuras, con intención de darles dichosa y bien afortunada cima, sólo por alcanzar gloriosa fama y duradera.
¡Los ojos de la Musa de la Noche! Ellos le dan su trágica llamarada de lujuria a esos rostros de clownesa que muequean en las encrucijadas del pecado. La Dama de la Noche es voluptuosa y trágica, y junta el placer y el crimen en una onda de sensualidad. Tiene el alma de Lucrecia Borgia, exquisita y abominable.
Hay dos grandes rocas, una a cada lado. En una de ellas se encontrará grabada una vieja E. Bajad a la mano derecha y hallaréis lo que buscáis. Pero primero encontrad al anciano que vive en la casa de las Encrucijadas.» ¿Qué significará todo esto? observó Reginaldo, y, volviéndose al señor Hales, añadió: La última parte se refiere a usted.
En las plazuelas y encrucijadas quedaban aun los negros tingladillos sobre los cuales frailes de todas las órdenes predicaran la víspera con elocuencia pavorosa; y en la Calle Ancha, en la Lencería, en la Lonja y en torno a la parroquia de San Vicente, fúnebres terciopelos y bayetones pendían de casi todas las ventanas, enlutando los muros.
Los murciélagos revoloteaban en las encrucijadas de las columnas, queriendo prolongar algunos instantes su posesión del templo, hasta que se filtrase por las vidrieras el primer rayo de sol. Pasaban volando sobre las cabezas de las devotas que, arrodilladas ante los altares, rezaban a gritos, satisfechas de estar en la catedral a aquella hora como en su propia casa.
Allá, en la sala agradable, descansaría cómodamente. Las calles estaban obscuras aún, como en las noches de la guerra preñadas de amenazas aéreas. Pero la muchedumbre formaba grupos. Sonaban instrumentos de música y se improvisaban bailes en las encrucijadas. Al penetrar en el atrio del cinema, el empleado que guardaba la puerta salió á su encuentro alegremente. ¡Viva la paz, abuela!
El viento silbaba en las encrucijadas, ladraban los perros, comenzaba a llover a chaparrón. Decidí entrar en la primera fonda o posada que me saliera al paso. La primera que encontré fue una que tenía una enseña con un caballo. Se llamaba así: El Caballo Blanco. Era de estas fondas tranquilas, poco frecuentadas, que hay en las islas británicas, que tienen un carácter de limpieza y respetabilidad.
XV. Ciertas cosas que descubrimos en Mayvill XVI. En el que se confirman dos hechos curiosos XVII. Que se refiere puramente a un desconocido XVIII. Las encrucijadas de Owston XIX. En el que se encuentra un rastro XX. La lectura del registro XXI. Peor que la muerte. XXII. El misterio de una aventura nocturna XXIII. Que es en muchos conceptos asombroso XXIV. Terrible revelación
Representaba un paisaje de encrucijadas en una región campestre llana y más bien desolada, con una casita solitaria, que probablemente había sido en un tiempo una casa de portazgo, de altas chimeneas, situada sobre la orilla del camino real, teniendo al costado un pequeño jardincillo rodeado de reja.
Calles espaciosas, cómodas, muy bellas algunas, como Broadway o la Tercera Avenida, parques suntuosos, iglesias monumentales, de todos los estilos conocidos, pero nuevecitas, en hoja, acabadas de salir de la caja, edificios soberbios, regulares, todos los progresos de la edilidad moderna, teatros pequeños pero elegantes, ferrocarriles y tranvías en todas direcciones... pero jamás aquellas encrucijadas de París, de Viena y de las ciudades italianas, en las que un viejo balcón saliente detiene la mirada, o un mármol ennegrecido por el tiempo serena el espíritu con la armonía de sus líneas.
Palabra del Dia
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