Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 13 de junio de 2025


Antes que cumpliese dos años el primogénito de los Roldanes, logró Calvete enseñarle a pronunciar con la mayor perfección cierto vocablo de tres sílabas en que hay una aspiración muy fuerte. Encantado con su triunfo pedagógico, corrió por toda la casa gritando como un loco: ¡Señor don Alvaro! ¡Ya lo dice claro! ¡El señorito lo dice claro!

¡Parece la habitación de un palacio encantado!... Aquí estarían mejor que nosotros un moro con turbante blanco y una odalisca cubierta de brocado y pedrería... ¡Qué juegos de luz tan caprichosos!... Espera un poco, Martita, ponte aquí frente a este rayo de luz roja... ¡Si vieras qué semblante tan particular tienes ahora!... Pareces una gitana..., una hija del desierto.

¡Adóbame esos candiles! -dijo a este punto el barbero-. ¿También vos, Sancho, sois de la cofradía de vuestro amo? ¡Vive el Señor, que voy viendo que le habéis de tener compañía en la jaula, y que habéis de quedar tan encantado como él, por lo que os toca de su humor y de su caballería!

Alejado de la sociedad de las mujeres y sin echarlas de menos, quizá porque dentro de su casa tenía lo más grande y exquisito que ellas pueden dar, el cariño tierno, vigilante, la dulzura en la palabra, la abnegación en todos los momentos: dedicado en absoluto al estudio y a su magnífica colección de mariposas, el encuentro con Clementina fué para él la revelación de ese mundo encantado, poético, que a casi todos se aparece más temprano.

Encantado Delaberge por ese rapto de entusiasmo, que brotó de pronto como una fuente de agua viva, contemplaba con emoción a ese esbelto muchacho de veinticinco años, cuyos ojos brillaban a la luz de la luna. La haya y él parecían, efectivamente, de una misma esencia.

Vamos, al parecer, trae usted asuntos pendientes con don Oscar. ¡Cuánto me alegro! No le pesará a usted nada de ello, porque este bendito señor se pinta para arreglar cualquier negocio, por intrincado que sea. ¿De dónde viene usted ahora, de Navarra? No, señora; de Galicia, donde he nacido. ¡Ah, de Galicia! Entonces, no me asombra que esté usted encantado con este país. ¡Qué diferencia! ¿eh?

Maximiliano estaba encantado, y no atreviéndose a desplegar los labios, daba su asentimiento con una sonrisa, sin quitar los extáticos ojos de aquel semblante que le parecía angelical. Y cuanto ella dijo lo oyó como si fuera una sarta de conceptos ingeniosísimos. «¡Si es un ángel!... No ha dicho ni una palabra malsonante... ¡Y qué metal de voz!

El historiador de ellas se limitó, por tanto, á ofrecer á la contemplación inmediata de los lectores lo interior de ese palacio encantado y guardado hasta entonces con siete llaves, y analizando las composiciones más importantes, y traduciendo las de menos extensión, pudo iniciarlos en su conocimiento.

El mástil del navío helénico era una encina colocada por Minerva, y este mástil encantado, alma del buque, hablaba, dando oráculos salvadores en los momentos de peligro. ¿Por qué no podía hablar también aquella chimenea gigantesca, que entre los palos completamente inútiles de la navegación moderna era la representación del movimiento y la vida, la gran propulsora, como lo había sido el mástil antiguo sostenedor del velamen?...

Encantado entonces por tener, a mi vez, una historia que contar, hice saber en pocas palabras a mis oyentes la que acabo de referir a ustedes, acaso con demasiada extensión. Todos me escucharon atentamente y empezaron a formar conjeturas. El profesor rememoraba sus antiguos recuerdos; el notario se sonreía con malicia.

Palabra del Dia

ayudantes

Otros Mirando