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Actualizado: 12 de julio de 2025


Mesía recordó con tristeza, mezclada de remordimiento, la noche en que aquella mujer saltaba por un balcón, llena de fe y enamorada. Por una esquina de la calle, del lado de la catedral, apareció una señora que los del balcón reconocieron al momento. Era la Regenta. Venía de negro, de mantilla; la acompañaba Petra, su doncella. Pronto estuvieron debajo de ellos.

D. Pedro interrumpió a su hijo con una carcajada y continuó la frase: Y que ella está enamorada de ti, y que la noche de la velada de San Juan estuviste con ella en dulces coloquios hasta las dos de la mañana, y que por ella buscaste un lance con el conde de Genazahar a quien has roto la cabeza. Pues, hijo, bravo secreto me confías.

¡Muy bien, Georgi Timofeievich! respondió con voz débil, sonriéndole afectuosamente . Me gusta mucho verle a usted trabajar. Pomerantzev no ignoraba que la enfermera estaba enamorada de él, y, aunque no podía corresponder a tal amor, respetaba sus sentimientos y procuraba no comprometer a la muchacha con cualquier imprudencia.

Temía hablarla de mi amor; temía indicárselo; temía que ella se violentase, que se fingiese enamorada de para pagarme con un sacrificio inmenso mi protección... ¡No! Esto no podía ser... ¡yo debía continuar con mi careta puesta... es más: debía mostrarme contento, feliz... sólo me quedaba un recurso: estar poco tiempo a su lado y viajar mucho; evitar un momento de olvido. Yo era infeliz.

Preséntase con ella á Circe; pero las zalamerías de la encantadora lo enloquecen de tal modo, que se abandona insensatamente á su pasión. A otra señal de la reina de la isla, seis cupidos aportan otras tantas barcas, tomando asiento en la primera la enamorada pareja, y en las demás se embarcan jugando las doncellas del séquito de Circe.

Como que era necesario obrar cuanto antes, entraron en la conspiración la reina y el padre Aliaga, y después de conspirar se determinó que el padre Aliaga fuese al momento á ver al rey, y le dijese que enamorada, loca, en una ocasión desgraciada, doña Clara había dado un mal paso con Juan Montiño.

Es capaz de estar un poquito enamorada. Por eso pelean". Carmen suspendió la lectura para protestar vivamente. ¡Qué desatino! No lo creas, Adriana, no lo creas. En todo caso a ella, tal vez, en aquel tiempo, le gustaba Julio. Adriana suspiró y la obligó a continuar, volviendo otra hoja del manuscrito. En su cara había cada vez más ansiedad, más angustia.

Por las mañanas iba yo á escucharla detrás de su puerta, como una enamorada que se contenta con la voz mientras espera la presencia del hombre amado.

A aquella pregunta de Dorotea, pregunta hecha con sinceridad, con candor, con anhelo, Montiño sintió una especie de vértigo. Dorotea se había transfigurado; su alma, un alma entusiasta, enamorada, noble, se exhalaba de su mirada, de la expresión de su semblante, de su boca trémula, de su acento cobarde, ardiente, opaco.

Y tras este pensamiento, el duque enamoró de tal modo á Esperanza, que ésta dijo al fin para sus adentros: Le parezco hermosa, y como estos señores son tan ricos y tan orgullosos, ha querido tenerme sin que nadie lo sepa... pero esto durará poco... y me dejará enamorada. ¡Dios mío! ¡y qué hermoso, y qué galán es! Y la muchacha suspiró. ¿Por qué suspiras? la dijo el duque.

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