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Actualizado: 28 de junio de 2025


Yo he navegado siempre con las velas desplegadas en un mar de aceite, iluminado por el sol radiante, empujado por la brisa y acompañado de las musas y las gracias. Estoy acostumbrado a vencer; he hallado en la vida todas las puertas abiertas y todos los corazones también.

El preceptor, abandonado de los ágiles brazos de su pareja, cayó al suelo, pidiendo al cielo justicia; la muchacha le enredó una flor entre las blancas guedejas de su peluca de ala de pichón, y dijo así: Toma, amor mío, esta flor en memoria de lo que te quiero. Quiso levantarse, y empujado por Asunción, cayó al suelo. Quiso tirar de él Presentación y quedose con un pedazo de solapa en la mano.

Yo no quiero ni puedo presentarme ante ti como una santa: el mundo te habrá enterado perfectamente de que no lo soy. Hice muchas locuras en la vida... escandalicé con ellas a la sociedad... Pero créeme, Miguel, yo he rodado al abismo, porque me han empujado... he rodado, guardando en el fondo de mi alma alguna perla que aún no ha tocado nadie.

Y alzándola para sorberla, por llevarla a la boca se la puso en el carrillo y, volcándola, se asó en el caldo, y se puso todo de arriba abajo que era vergüenza. El, que se vio así, fuése a levantar; y como pesaba algo la cabeza, firmó sobre la mesa que era de estas movedizas , trastornóla, y manchó a los demás: tras esto decía que el porquero le había empujado.

Otra fila de ómnibus, con las portezuelas abiertas, convidaba a los curiosos a subir. Los cocheros nos animaban con voces descompasadas. Uno de ellos gritaba al pie de su carruaje: ¡Eh, eh! ¡al patíbulo! ¡dos reales al patíbulo! Me sentía aturdido, y empecé a subir por la calle de la Montera, empujado por la ola de la multitud.

Niño todavía, no podía imaginarme á los militares de otro modo que con sus vestidos colorados, las hombreras rojas ó azules, los botones de metal, los diversos adornos de cuero, de lana y tela; no los comprendía sino marchando á paso acompasado en columnas regulares con tambores al frente y oficiales á los costados, como si formaran un inmenso y extraño animal empujado hacia adelante por no qué ciega voluntad.

Abrió el paraguas, mas a los pocos pasos, el viento que soplaba huracanado en el Campo de los Desmayos se lo volvió. En la imposibilidad de cerrarlo y sintiéndose empujado violentamente por el huracán, el joven excusador se refugió en el negro, enorme portal de Montesinos. Nunca pasaba por delante de él sin sentir cierto estremecimiento de temor y curiosidad.

El mismo sobresalto que un buen día, al influjo de vivísima alarma, me había empujado maquinalmente hacia Nièvres y me había hecho caer allí como un accidente, puede ser como una catástrofe, me hacía vagar, en medio de la noche, por aquella casa confiada y dormida, me conducía a la alcoba de Magdalena y a ella llegaba como un sonámbulo. ¿Era yo un desventurado en el colmo del sacrificio, enceguecido por el deseo, ni mejor ni peor que mis semejantes? ¿era un malvado?

Cinco camiones estaban formados junto á los fosos, ante el puente del castillo. Varios grupos de soldados salían llevando á hombros muebles enormes, como peones que efectúan una mudanza. Un objeto voluminoso envuelto en cortinas de seda, que suplían á la lona de embalaje, era empujado por cuatro hombres hasta uno de los automóviles.

Oíase desde la sala la murmuración del chorro de una fuente, la cual con tal constancia estimulaba el oído, que Rufete se pasaba horas enteras en conversación tirada con el agua charlatana en estos o parecidos términos: «En todo lo que Su Señoría me dice, señor chorro, hay mucha parte de razón y mucho que no puede admitirse. Subí al poder empujado por el país que me llamaba, que me necesitaba.

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