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Sintió en su rostro un chorro caliente. ¡Sangre!... No sabía si era suya ó de aquel cuerpo en el que se iba apagando el jadeo mortal. Luego se vió elevado del suelo por varias manos que le empujaban ante un hombre. Era Su Excelencia, con el uniforme desabrochado y oliendo á vino. Sus ojos temblaban lo mismo que su voz.

Por otra parte, en casa no había gatos ni D.ª Carolina los soportaba. Las circunstancias le empujaban, felizmente para la civilización, a escribir la monografía del perro. Clavel era un perrillo como un puño, tan lanudo que apenas se hallaba hueso y carne debajo de aquel felpudo sedoso con que la Naturaleza le había abrigado.

no sabes de lo que soy capaz por hacerte dulce la existencia... ¡Y quieres perderme!... Sonó un choque en la puerta, un roce de cuerpos que se empujaban, una frotación de lucha contra la madera. Tòni había entrado, seguido de Caragòl.

Y como la ilusión de los unos no oponía obstáculos a la esperanza de los otros, todos se empujaban locamente, dando por realizadas las cosas en este galope de optimismo.

Un concierto al aire libre atraía enorme concurrencia. No era fácil que Martínez y la otra se exhibiesen ante esta muchedumbre. Se imaginó vivir en los tiempos de paz; haber retrocedido á uno de aquellos inviernos privilegiados que empujaban hacia la Costa Azul á los ricos del planeta. Las dos terrazas estaban llenas de gente de buen aspecto.

Gabriel caminaba agarrado a una traviesa del carro, con la vista fija en los timoneles, sintiendo en sus piernas el roce los que empujaban aquel artefacto semejante a los carros de los ídolos indostánicos. Al salir de la catedral por la puerta Llana la única del templo que está al nivel de la calle , Gabriel pudo abarcar con su vista toda la procesión.

Una vez, entre los restos que el río arrastraba, creyó ver algo informe y lívido que las ondas empujaban contra los arrecifes y que desaparecía para volver a aparecer hasta que fue abandonado sobre un banco de arena. Impulsado por una vaga pero invencible curiosidad, descendió del claustro, atravesó la iglesia, y cuando hubo llegado al pie de sus muros, reconoció el objeto que le había atraído.

El día que os caséis prometo emborracharme... lo que no hice en los días de la vida. Y empujando al mismo tiempo á Velázquez contra Mercedes, añadía: ¡Anda! ¡Abrázala, cobarde!... ¡Hazte cuenta que no somos nadie! Pepa y Paca alzaban á su vez á Mercedes y la empujaban hacia su novio.

Aquella buena gente tenía que subir una cuesta bastante pina y no podía más. «¡Hué!, ¡a una!, ¡con mil demonios! ¡Otro empujón!... ¡AdelanteTodos gritaban a la vez, empujaban las ruedas, y el pesado cañón, asomando el largo cuello de bronce entre la enorme cureña, por encima de las laderas, rodaba lentamente y estremecía el pavimento.

Hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, se empujaban y caían al suelo en todas las actitudes y gestos del pavor, del asombro, de la desesperación.