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Actualizado: 25 de junio de 2025
Por tí me robaron antes y ahora vienes tú en persona, probablemente para pedirme con tus lloriqueos otro pedazo de mi hacienda con que engordar á tus amigotes. Lo que voy á hacer es soltar los perros para que te acuerdes toda la vida de tu primera y última visita á Munster; y entre tanto, ¡abre paso! Diciendo esto empujó á Roger violentamente y asió otra vez el brazo de su víctima.
La que duerme arrullada por el cántico de las ingentes olas del Atlántico; la que empujó a Colón hasta la entraña del mundo nuevo, que copió su hechura; la que llevó a las pueblos fé y cultura y áuras de libertad... Esa es España.
Ignoraba cuándo pudo venirle la vocación; tal vez su madre, ama de llaves de los señores de la Lage, mujer que pasaba por beatona, le empujó suavemente, desde la más tierna edad, hacia la Iglesia, y él se dejó llevar de buen grado. Lo cierto es que de niño jugaba a cantar misa, y de grande no paró hasta conseguirlo.
Este no tardó en comprender la impresión que causaba en aquella joven que prometía ser una belleza y con su frialdad de amante egoísta se propuso sacar partido de la pequeña. ¿Fue el amor lo que empujó a Leonora hacia los brazos de Salvatti? La artista, cuando examinaba su pasado, protestaba enérgicamente. No era amor; Salvatti era incapaz de inspirar una pasión verdadera.
Y Marta continuó: Pero de aquí allá, y para eso falta mucho todavía, debo llevar sola el peso que me oprime. Te agradezco mucho, hermanita, tu buena voluntad, y te amaré aún más por ello si esto es posible. Ahora, vete, y duerme bien, tenemos mucho que estudiar mañana... Y dicho esto, me empujó afuera.
Empujó el entreabierto portón de hierro, sin que una voz ni un ladrido acogiesen su presencia. Vió un jardín abandonado en parte, con una vegetación parásita al pie de los árboles sin podar, cubriendo el espacio que antes habían ocupado los arriates de flores. El resto estaba mejor atendido, pero era una huerta con pequeños rectángulos de verduras comestibles sometidos á un cultivo intensivo.
Después extendió sus brazos de esqueleto y la empujó hacia la puerta con tal violencia, que la desdichada huérfana estuvo á punto de caer al suelo. En tanto decía: No sirvo para estas cosas. Me descompongo. Váyase usted pronto, niña. No dé lugar á que la tratemos con rigor. Clara salió; fué arrojada por los brazos robustos de la vieja Paz, y por los brazos entecos y nerviosos de la vieja Salomé.
Llamó, empujó la puerta, atravesó el patio con sus cuatro acompañantes, y los condujo a su despacho. Allí dieron sus nombres los dos turcos, presentoles el notario a sus amigos, y se alejó para que pudiesen tratar el asunto con entera libertad. En nuestro país no puede efectuarse ningún duelo sin contar con la voluntad, o por lo menos con el consentimiento, de seis personas.
Perdone usted, caballero; yo pensaba... no quería irme sin saber... Gracias por tu cuidado. Pero tranquilízate: yo estoy aquí para asistirla. Puedes irte cuando quieras. ¡Adiós! ¡Hasta la vista! ¡Adiós! repitió el doctor lanzándole una mirada glacial. Después empujó la puerta, que volvió a cerrarse en seguida. Amaury quedó como clavado en el sitio en que estaba, inmóvil y como aturdido.
Y Juanito miró angustiosamente a la criada que balbuceaba, no sabiendo qué responder. La empujó rudamente y entró. Visanteta sin perder su ceñuda seriedad, levantó los hombros, hizo un gesto de resignación, como diciendo: «Que ocurra lo que Dios quiera»; y volviendo la espalda al señorito, se fue hacia el comedor. No había nadie en el salón.
Palabra del Dia
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