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Actualizado: 11 de mayo de 2025
¡Ay! no sirvo para estas cosas... ¡Yo me descompongo! balbució Salomé, inclinándose sobre el sofá con muestras de experimentar un vahído. Pero, señoras, no se alarmen ustedes dijo doña Rosalía, queriendo calmar á las dos damas. ¿Tienen ustedes alguna hija?
Después extendió sus brazos de esqueleto y la empujó hacia la puerta con tal violencia, que la desdichada huérfana estuvo á punto de caer al suelo. En tanto decía: No sirvo para estas cosas. Me descompongo. Váyase usted pronto, niña. No dé lugar á que la tratemos con rigor. Clara salió; fué arrojada por los brazos robustos de la vieja Paz, y por los brazos entecos y nerviosos de la vieja Salomé.
Bien me lo figuraba yo, á pesar de lo que decía mi sobrina, que es una santa, y se empeñaba, guiada por su buen corazón, en que esa muchacha se iba á corregir. ¿Cómo puede corregirse un monstruo semejante? ¡Qué deshonra, qué vilipendio! ¡Ay! yo no sirvo para estos casos; me confundo, me descompongo y no puedo tomar ninguna determinación.
Palabra del Dia
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