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Actualizado: 25 de junio de 2025
Pasados unos instantes de muda contemplación, empujó Amaury la puerta, y penetró en la sala. Al oír el ruido las dos jóvenes volvieron la cabeza, lanzando un grito como gacelas sorprendidas por el cazador, al tiempo que animó un fugitivo rubor las mejillas de la rubia y una suave palidez blanqueó ligeramente el rostro de la morena.
Al punto que esto sucede, percibe el hombre el objeto por una alteracion que en sí experimenta, debiéndose distinguir como cosas diversas el empujo del objeto y la percepcion de él, pues aquel es puramente físico, y esta es produccion de la potencia sensitiva. Pongamos un exemplo. A este modo sucede en todos los demas sentidos.
Llega la noche señalada, empujo la mampara de la Academia y penetro en el salón de sesiones. Una muchedumbre de trece a quince personas invade el local destinado al público. Los académicos suelen estar aún en mayor número, llegando algunas veces a ocupar casi todos los bancos delanteros. Pérez ha comenzado ya su discurso.
En la escalera tropezó a Narcisa y la empujó, dejándola pegada a la pared, con la boca abierta. Atravesó la casa en una desalentada carrera, bajó al corral y a poco la portalada roja se cerraba con estrépito detrás de la niña de Luzmela. En pleno campo corrió sin tino, huyendo siempre....
Dió algunas excusas, empujó por un lado, abrió brecha por otro; pero aun así no consiguió verse completamente libre, porque el barbero, echándole el brazo por encima y hablando en voz baja con la actitud y tono confidencialmente misterioso que cuadra á dos grandes hombres al comunicarse una idea que ha de salvar al mundo, dijo: Yo, señor don Lázaro, tengo todo este barrio por mío. ¿A usted le han dado órdenes para que mande aquí?
Lo empujó hacia adelante mientras yo sostenía en alto la luz, hasta que llegó al borde del profundo abismo, y lo atravesó, para que pudiéramos pasar.
Cupido llama... Hasta la vista. Y le empujó al balcón, a cuyos hierros estaba agarrado el barbero sosteniendo la barca. Salta, Rafael dijo Cupido. Apóyate en mí; el agua desciende y la barca está muy baja. Rafael se deslizó en su bote blanco, manchado por el agua rojiza. El barbero movió los remos; comenzaron a alejarse.
Después de atravesar la larga nave del Salón Magnolia, empujó una mampara, entró por un oscuro pasadizo, abrió con llave maestra una puerta, y se encontró en un cuarto débilmente iluminado, cuyos muebles, aunque elegantes y de precio para la localidad, daban señales de dejadez.
Al llegar al piso tercero, a pesar del brío y entereza de su carácter, sintió un poco desfallecida la voluntad y estuvo a punto de dar la vuelta. Su temperamento orgulloso y obstinado la empujó, sin embargo, al pensar que el joven la había visto entrar y se enteraría de su arrepentimiento. En el piso tercero había dos cuartos, derecha e izquierda. Clementina había visto papeles en uno.
Y la empujó, hasta hacerla pasar la puerta. Dentro, en el recibimiento, cesó su llanto. Miraba en derredor con asombro, asustada sin duda de haber llegado hasta allí. Sus ojos lo examinaban todo con estupefacción, como admirados de que cada objeto estuviera en el mismo sitio que cinco años antes, con una regularidad que hacía dudar de si realmente había transcurrido el tiempo.
Palabra del Dia
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