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Actualizado: 25 de junio de 2025
En un extremo de la galería de cristales había una puerta; la empujó suavemente y entró en la casa-habitación de sus pájaros que dormían el sueño de los justos. Con la mano que llevaba libre hizo una pantalla para la luz de la palmatoria, y de puntillas se acercó a la canariera. No había novedad.
Y empujó con el pie una vieja chaqueta de marinero, cubierta de manchas de vino y de alquitrán. ¡Es raro! dijo el contramaestre, y el guiñapo subió majestuosamente hasta lo alto de la driza. Se supone que la broma pareció un poco pesada a los de la corbeta, porque dos cañonazos partieron casi inmediatamente y las balas hicieron bastantes destrozos en el aparejo de El Gavilán.
Entonces la miró con fijeza; después, besándola, la empujó suavemente hacia su madre. Como si hubiese leído alguna trágica amenaza en el fondo de aquellos ojos que no cambiaron de expresión para los demás asistentes, Raquel retrocedió, ahogando un grito. ¡Qué nervios tiene esa chica! dijo alguien en voz baja.
Y la admiración y la duda se pintaban en su candoroso y bello semblante. Por último, la dueña tocó a una puerta, que no estaba abierta como las demás que habían dado paso de un salón a otro salón, sino que estaba cerrada. La dueña la abrió un poco, lo suficiente para que cupiese por ella una persona, empujó a Mutileder, le hizo entrar, y quedándose fuera, cerró otra vez la puerta, dejándole solo.
Levantándose de un salto, quiso prestar ayuda á este trabajo exterior, y empujó la puerta vigorosamente. Pensó que los invasores se habían ido. No comprendía de otro modo que la esposa del conserje se atreviese á sacarle de su encierro. Sí, se han marchado dijo ella . No queda nadie en el castillo.
Nadie oye a Nené: no la está viendo nadie. Su papá deja siempre abierto el cuarto de los libros. Allí está la sillita de Nené, que se sienta de noche en la mesa de escribir, a ver trabajar a su papá. Cinco pasitos, seis, siete... ya está Nené en la puerta: ya la empujó; ya entró. ¡Las cosas que suceden!
La gente anda embelesada con la procesión, que probablemente termina en este momento, y no reparará ni en ti ni en mí. Y hablando de esta suerte, la misma Juanita buscó un mantón, se lo puso a doña Inés en la cabeza y, llevándola por delante de sí, la empujó y la hizo andar. Dominada doña Inés por aquella imperiosa criatura, se dejó llevar por ella. Ambas llegaron a casa de Juanita.
Todo consiste en que el padre Aliaga es tan loco como yo. ¿Me queréis explicar eso, tío Manolillo? dijo el fraile. Con mil amores, pero dame otro plato, Felipe; nunca hablo mejor que cuando tengo la boca llena. El rey empujó otro plato hacia el bufón.
Dije todo cuanto podía decir en mi contra, reconocí haber sido yo quien la empujó a la muerte, pero negué el acto extremo. Varias veces en el curso de los interrogatorios estuvo por confesar; pero al oír el nombre de usted, al ver la dureza del juez, me contenía.
Adelántate, Roger, y dí al dueño de esa hostería ó taberna ó lo que sea que prepare alojamiento para un caballero inglés y sus servidores. Picó Roger espuelas á su caballo y llegó á la puerta de la casa, dejando á sus compañeros á un tiro de ballesta. No viendo alma viviente, empujó la entornada puerta, entró en el zaguán y llamó á gritos al mesonero.
Palabra del Dia
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