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Actualizado: 9 de junio de 2025
Y eso he tenido que sufrirlo en el momento mismo en que todas las potencias del cielo y de la tierra parecían haberse reunido para hacerme dichoso. Pero si ese niño estaba ebrio como dices, ¿qué podían importarte sus tonterías? En la embriaguez como en los sueños manifestamos lo que somos, lo que guarda el fondo de nuestra alma y que no confesamos a los demás ni a nosotros mismos.
Un castillo fingía perspectiva lejana: de rubíes y oro le forjé en mis ensueños; pero sus muros eran de arcilla... Una mañana se derrumbó el dorado castillo de mis sueños. El corazón, roído por un pesar muy hondo, se abandonó al miraje de una quimera loca; bebí, para curarme, de su copa sin fondo y su embriaguez me ha puesto amargor en la boca. Hundido en las tinieblas, muero calladamente.
Será necesario, para penetrar el formidable enigma, que los reyes despierten, de la pompa de sus fiestas y de la embriaguez de sus festines, al ruido de los tronos destrozados y al crujido del cristianismo que se derrumba.
«Sí, sí, tiene razón D. Francisco afirmó el pobre tisico, que estaba de buenas, entregándose con embriaguez á un loco optimismo. Se intentará.... Eso no puede quedar asi. Tengo el recelo añadió Torquemada, de que los que intervinieron en la acción la otra vez no anduvieron muy listos, ó se vendieron a la Marquesa vieja.... Lo hemos de ver, lo hemos de ver. En cuantito que yo suelte el catarro.
¡La amo! murmuraba Carlos muy bajito. Y el eco le respondía más bajo todavía: ¡También te ama ella! El que no encuentre estas razones suficientes es que no ha tenido nunca veinte años. Poseído por la embriaguez de la hora presente, Carlos no miraba más allá ni pensaba más que en el momento en que debía reunirse de nuevo con su amada.
Jaime, irritado, se proponía dominarla: por algo era hombre. Al fin fue consiguiendo que el piano sonase menos y que ella viese en su persona algo más que un retrato viviente del ídolo. En su feliz embriaguez les pareció feo Munich y enojoso aquel hotel donde les habían conocido extraños el uno al otro.
Veíame ya gobernador de provincia, duque, par... Y, al detenerme por la noche en una posada había llegado a mariscal de Francia. La voz de un criado, que me llamó sencillamente caballero, me obligó a salir de mi éxtasis y volver a la realidad. Al día siguiente y en los sucesivos, tuve los mismos sueños, la misma embriaguez. Mi viaje era largo.
Es que ya voy teniendo mucha experiencia, no te creas, y de aquí en adelante ya sé lo que tengo que hacer. Gracias á Dios que encontré lo definitivo: aquí, aquí hasta que me muera. ¡Qué placer, y qué embriaguez, y qué mareo tan deliciosos! ¡Sublime es esto, y cuan desgraciados los que no lo conocen!»
En su cerebro, extraviado por la plétora de vida, empezaron a dibujarse las exigencias de un nuevo deseo. Sintió algo parecido a los primeros vapores de la embriaguez.
Baudelaire escribió: «Cuidad de estar siempre ebrio de amor, de virtud o de vino». El reloj del poeta marcaba siempre la hora de la embriaguez. Sin embargo, Baudelaire no fué un beodo cotidiano a la manera de Verlaine.
Palabra del Dia
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