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Actualizado: 9 de junio de 2025


Las mujeres, que allá se contaban á docenas, eran aquí centenares. La embriaguez escandalosa no resultaba un incidente, sino algo buscado con plena voluntad, como indispensable para la alegría. Todo grandioso, brillante, colosal. Los vividores se divertían por pelotones, el público se emborrachaba por compañías, las mercenarias formaban regimientos.

Miguel vivía entre los bienaventurados; el roce de aquellas manos en su cabeza le producían espasmos de dicha, y el perfume de la pomada de heliotropo que la planchadora usaba, causábale una embriaguez dulce y feliz como no volvió a sentirla jamás en su vida. Es condición precisa de las planchadoras, y también de las que no lo son, hacer con gusto el papel de ídolos y propender a la dominación.

Orgulloso de la fuerza omnipotente que en aquel instante le comunicaba la embriaguez, veía a todos los toros, andaluces y castellanos, como débiles cabras que podía abatir con sólo un golpe de su mano. Lo del otro día no era nada. «¡Líquido!»... como decía el Nacional. «Al mejor cantaor se le escapa un gallo

Puede juzgarse de ello por la embriaguez, por los conmovedores festejos á que se entregaron en aquella tierra con ocasión de inaugurarse el telégrafo submarino que enlaza ambas playas, prometiendo el diálogo y la réplica en algunos minutos, de suerte que los dos mundos no tengan más que un solo pensamiento. Maury ha demostrado con verdadero genio la armonía del aire y del agua.

Algunas de las muchachas, al recobrar la razón después de la embriaguez de aquella noche, se habían ido a la sierra, no queriendo permanecer en el cortijo. Apostrofaban a los manijeros, guardianes de confianza de sus familias, que habían sido los primeros en aconsejarlas que siguiesen al señorito.

A la media hora le entró, como el día anterior, la embriaguez aquella, el desvanecimiento de las ideas, que se emborrachaban con tragos de dolor y se dormían.

Las hazañas de los soldados de la revolución contra los reyes de Europa coligados no podían admirarme. No me parecían la defensa serena del que confía en su valor y en su derecho, sino el brío febril de la locura, excitada por la embriaguez de la sangre y por medio de asesinatos horribles. París se me antojaba el infierno, y no atino ahora á comprender cómo permanecí tanto tiempo en él.

El rebaño de la pobreza no podía gozar de este placer de los ricos; pero lo envidiaba, soñando con la embriaguez como la mayor de las felicidades. En sus momentos de cólera, de protesta, bastaba poner el vino al alcance de sus manos para que todos sonriesen viendo dorada y luminosa su miseria al través del vaso lleno de oro líquido. ¡El vino! exclamaba Salvatierra.

Gallardo, desvanecida la primera embriaguez de su buena suerte, contemplaba asombrado a la dama en las horas de mayor intimidad, preguntándose si serían iguales todas las señoras del gran mundo. Sus caprichos, sus veleidades de carácter, le tenían aturdido. No se atrevía a tutearla: no, eso no.

Ir al monte con sus sabuesos; seguir la pista del oso; llegar a verle, apuntarle, herirle, ¡oh placer!..., y, sobre todo, rematarle a puñaladas, luchando con la fiera cuerpo a cuerpo, brazo a brazo, solo, sin más testigos que sus perros, sin otro auxilio que el de su corazón impávido, su puño de bronce y su puñal de acero. ¡Oh embriaguez sublime!

Palabra del Dia

cabalgaría

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