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Actualizado: 9 de junio de 2025
Ella es la autora de sus revoluciones; de la pereza propia de los climas cálidos; de la embriaguez a que incitan los climas fríos; de la afición desmedida al juego en gentes que nunca gustaron del placer de la lectura; de la imprevisión y falta de ahorro en países acostumbrados a la abundancia. Algunos hasta la increpan porque su república tiene pocos ferrocarriles...
Tenía la voz aunque imperiosa, encantadora, y su persona exhalaba un perfume penetrante y sutil, intenso y turbador, que juntamente producía fascinación al espíritu y embriaguez a los sentidos. El hombre inculto e ignorante, incapaz de analizar lo que experimentaba, pero hombre al fin, sintió la tentación y el ánsia que dá la fruta puesta al alcance de la boca del niño.
Pero ella, entonces, la desgraciada... ¡Mírala! Está aterradora... Con la palidez de la muerte en las mejillas, Julieta se levantó de la tumba y fué á caer en los brazos de su amante. Con voz que parecía velada por el crepúsculo de la noche eterna, la hija de Capuleto esperaba la embriaguez de su dicha al despertarse sobre el corazón del bien amado.
El espíritu hastiado de Martholl por la vida fácil que había llevado siempre, encontraba un encanto nuevo en el estudio de aquella alma pura y sana de la joven. Hasta entonces no había pedido al amor más que una embriaguez ligera y un sueño dulce. Jamás esta pasajera impresión había dejado en su cerebro y en su corazón otra huella que el recuerdo de un placer momentáneo.
Saludábale Feli silenciosa, con una sonrisa que daba frío, contrayendo las arrugas de su rostro exangüe, marcándose la punta de su fina mandíbula con la agudeza de un hierro de lanza. ¡Y allí había puesto él sus besos muchas veces, en la embriaguez de la pasión!... ¡Miseria de la vida!
Y sin embargo, y aquí entra lo más patético de mi cuento, si bien era cierto que Echeloría y Mutileder estaban enamorados el uno de su reina y de su rey la otra, ambos sentían, en medio de la embriaguez del nuevo amor, pesar tremendo, torcedor horrible en la conciencia, y pasión de ánimo, que amenazaban matarlos.
Perezoso, afecto a la embriaguez, irascible, camorrista y valiente como era, comenzó a turbar con frecuencia la paz de este pueblo, tan tranquilo siempre, y no pocas veces, con sus escándalos y pendencias, puso en alarma a los habitantes y dió que hacer a sus autoridades.
Además, no estaban acostumbradas a las comidas fuertes de los señores, y podían hacerlas daño. Pero el olor de la carne, de la sagrada carne siempre vista de lejos y de la que se hablaba en la gañanía como de un manjar de dioses, pareció marearlas con una embriaguez más intensa que la del vino.
¡Su amistad! ¿Hasta qué punto me bastará tal sentimiento? ésta es la cuestión. ¿Qué puede haber de común entre una sociedad fría y austera, que no goza más que de alegrías serias y placeres acompasados, y esta unión, llena de embriaguez y de voluptuosidades, en la que dos seres predestinados vienen a confundir toda su existencia? ¿entre ese alimento de algunas almas miserables y el fuego puro y regenerador que devora la vida y la reproduce? ¡La amistad! ¡y qué! al niño testarudo que pide el objeto que se le ha sustraído, se le arroja cualquier chuchería para distraerlo.
«En la inmoralidad que acusaba aquella aglomeración de malos cristianos», estaba pensando precisamente don Pompeyo Guimarán, que, mal curado de una fiebre, había consentido en cenar con don Álvaro, Orgaz, Foja y demás trasnochadores en el Casino y había venido con ellos a la misa del gallo. «¡Sí, le remordía la conciencia, en medio de su embriaguez!, pero el hecho era que estaba allí.
Palabra del Dia
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