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Hacia la izquierda sonó otra detonación. Carlos cayó al suelo. Ragasse se había detenido. ¿Ha pescado usted algo, mi capitán? preguntó ansioso mientras se elevaba del campamento un sordo rumor y unas sombras se agitaban en la sombra como arenas movibles. Una bala en la pantorrilla. Huye, muchacho; me han hecho mi negocio sin que hayas intervenido. ¡Oh! mi capitán... mi capitán...

Estás loca protestaba la madre : loca de remate. ¿Cómo puede decir eso una señorita?... Doña Elena, al sorprender fragmentariamente estos delirios de su sobrina, elevaba los ojos al cielo, absteniéndose en adelante de comunicarle sus opiniones, que reservaba enteras para la madre.

El preferido de la buena señora era el Duque, porque el testamento del difunto Rey lo había hecho dueño y señor de las posesiones reales en Zenda y del castillo, que se elevaba majestuosamente sobre escarpada colina al extremo del valle, a media legua escasa del hotel. Mi huéspeda no vacilaba en decir que sentía no ver al Duque en el trono, en lugar de su hermano.

Fuí a visitarla, y habiendo cometido la indiscreción de decirle que te quería, se enfureció de tal modo, que me hizo poner en la puerta de la calle. Inés cruzó las manos, dejándolas caer luego con desaliento sobre su falda, mientras elevaba sus ojos al cielo, sin decir nada.

Las mujeres prorrumpían en lamentos. La madre de Margalida, olvidando toda prudencia, juntaba las manos y elevaba los ojos con una expresión de terror. «¡Reina Santísima!...» Febrer, a quien el descanso en la cama había devuelto la serenidad, extrañábase de estas exclamaciones.

Pero al fijar su mirada en la de Febrer y encontrarse con su rostro pálido, crispado por la emoción, ella palideció también. Era otro hombre: veía un don Jaime que nunca había conocido. Instintivamente, a impulsos del miedo, dio un paso atrás. Quedó como a la defensiva, apoyada en el delgado tronco de un arbolillo que se elevaba junto a la senda, con sus menudas hojas casi sueltas por el otoño.

De vez en cuando, el grito del serrano que llama, ese grito prolongado que va de una cumbre a otra, «¡Eh!, ¡oh!, ¡eh!», se elevaba hasta el Falkenstein como un suspiro. Es Marcos decía Hullin ; es la voz de Marcos. , es Marcos, que nos recomienda que tengamos valor añadía Jerónimo.

El digno encajero no podía apartar de si el licor amarguísimo que un demonio invisible le ponía en los labios; ya suspiraba, ya se golpeaba la cabeza venerable, ya por fin elevaba los brazos y los ojos al cielo pidiendo a Dios que le librara de aquel fiero tormento. «Ni un momento más puedo vivir en esta incertidumbre, gritó. Sr. D. Salvador, venga usted al momento; necesito hablarle».

Del valle se elevaba un canto marcial y sonoro, más grato para los sitiados que la más armoniosa melodía. ¡Allí, allí! prosiguió Simón. Vedlos que salen del bosque y toman el camino del castillo. Han visto las llamas y también la turba de esos condenados y cantan como siempre que la Guardia Blanca se prepara á dar y recibir testarazos. ¡Ah, valientes! ¡Á , Yonson, Roldán, Vifredo!

Y señalaba con la punta de su látigo una cumbre brumosa que se elevaba á la derecha del camino. Creo agregó que jamás ha hecho usted esa peregrinación. Es cierto. A menudo he tenido tentación de hacerla, pero sin saber por qué, la he aplazado hasta ahora. ¡Pues bien! eso nos viene perfectamente, pero es ya bastante tarde, y si gusta, es preciso apresurarse un poco.