Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 13 de mayo de 2025
¿Qué día? persistió la niña. En el gran día del Juicio Final, murmuró el eclesiástico, que se vió como obligado á responder de este modo á la niña en su carácter sagrado de ministro del altar. Entonces, y allí ante el Juez Supremo, continuó, tendremos que comparecer tu madre, tú y yo, al mismo tiempo. Pero la luz del sol de este mundo no habrá de vernos reunidos. Perla empezó á reir de nuevo.
Este acto de violencia, cuando lo que hacía falta era maña y dulzura, les llevó a los tres a la cárcel de Villa, donde habrían estado todo el tiempo que exige una buena y voluminosa causa de mil folios, si no vinieran en auxilio de Navarro las tramas que hemos mencionado, en auxilio del fraile el fuero eclesiástico, y del capitán la muerte, que se le llevó a los seis meses de encierro.
Haber amado a una mujer, como mi padre amó a mi madre; tener hijos, como los tuvieron apóstoles y santos. ¿Y qué? El celibato eclesiástico es una invención de los hombres, un detalle de disciplina acordado en los concilios; pero la carne y sus exigencias son anteriores en muchísimos siglos: datan del Paraíso.
Edictos se publican, que viniesen A pedir su justicia todas gentes, Y que en Concilio luego pareciesen Cualesquiera que fuesen delincuentes, De estado eclesiástico, si fuesen, Y tuviesen tambien inconvenientes, De religion dejada, ó dimisoria, A todos se despacha compulsoria.
Aunque este género poético convenía, particularmente, á su profundo sentimiento religioso, y estaba en harmonía con su estado eclesiástico, no abandonó por esto, hasta una edad avanzada, la composición de dramas mundanos y otras poesías.
¿Pero yo qué he dicho, señor? exclamó el párroco, que se asustó un poco ante la actitud de aquel hombre, en quien reconocía la superioridad moral de un Júpiter eclesiástico.
Cuentan que un día, sin que hubiese llegado el galeón de Cádiz trayendo noticia de la muerte del rey o de un príncipe de la sangre, ni fallecido en Lima magnate alguno, civil o eclesiástico, las campanas de la Catedral principiaron a doblar solemnemente, siguiendo su ejemplo las de las infinitas torres que tiene la ciudad.
Habían entrado en la finca algunos paisanos de los que bebían en el lagar, para seguir haciéndolo en compañía del excusador y Celesto. La tía Eugenia charlaba con la tabernera algo más lejos. Al cabo de un rato había estallado ya fuerte disputa metafísica entre don José y el seminarista, que los aldeanos escuchaban boquiabiertos. Versaba sobre la diferencia que existe entre la sustancia y el atributo, las cosas que existen per sé y las que sólo existen con relación a otras. Los campeones sostenían encendidos, encolerizados, sus opiniones, tomando como ejemplo para la defensa los objetos tangibles que tenían delante, el jarro, los vasos, los tenedores. Tanto se fue enredando la disputa y tan altas fueron las voces, que Andrés y sus amigos se acercaron. Y pasando de lo abstracto a lo concreto, llegaron a proferirse de la una y la otra parte palabras insultantes y feas. Por último, sonó una bofetada. Hubo datos al instante para creer que quien la había recibido era la mejilla izquierda de Celesto; el cual, lejos de presentar la derecha, como aconseja el Evangelio, se fue sobre el diminuto eclesiástico, iracundo y encrespado, y seguramente le hubiera causado algún grave desperfecto con sus manos sacrílegas a no haberle tenido Andrés y los paisanos. Con todo, mientras hacía inútiles esfuerzos por desasirse, anunciaba verbalmente su intención irrevocable de cortar las orejas al excusador.
Fortunata no se atrevió a responder claro. Le parecía mucho lo que el eclesiástico proponía. Recortándolo algo se podía aceptar. «Puedo llegar a quererle con el trato...». Perfectamente... Porque es preciso que usted se fije bien en una cosa: eso de la ilusión es pura monserga, eso es para bobas.
Los que sienten la fe son los menos; los más, entran en el mundo eclesiástico porque ven la Iglesia todavía triunfante y dominadora en apariencia y creen que dentro de ella les aguarda una carrera prodigiosa... ¡Infelices! Yo también fui conducido al altar, entre música y gritos oratorios, como si marchase al triunfo.
Palabra del Dia
Otros Mirando