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Actualizado: 13 de mayo de 2025
Y esa sorpresa fue tanto mayor, cuanto que hacía muchísimo tiempo que esas mismas ideas eran las mías; fueron las primeras que yo concebí, y que el tiempo y mi enfermedad han fortificado. Cuando estaba usted, señora, en peligro de muerte, prometí a Dios que si la salvaba, me consagraría a él, abrazaría el estado eclesiástico. »¿Hacerse religioso? exclamé.
Esta obra contiene, además, en su parte de prosa, una novela ordinaria, que sirve como de marco á innumerables poesías y autos. Con la entrada de Lope en el estado eclesiástico, comienza la época más brillante de su vida, si no la más feliz, puesto que en sus últimos años habla con amarga pena de su dicha doméstica de otros tiempos.
Dimmesdale deseó, al fin, dar un apretón de manos á este tunante alquitranado, y recrearse con algunos de esos chistes de mala ley de que tal acopio tienen los marineros, sazonado todo con una andanada de ternos y juramentos capaces de estremecer el cielo. Detuviéronle no tanto sus buenos principios, como su pudor innato y las decorosas costumbres adquiridas bajo su traje de eclesiástico.
El sacerdote es pobre, el templo es pobre también; pero el príncipe de la Iglesia conserva sus miles de duros al año y el Estado Mayor eclesiástico sigue tranquilo en sus cánticos, viendo que no peligra la pitanza. La revolución, hasta ahora, sólo ha perjudicado a la plebe eclesiástica.
Dimmesdale arreglaron las cosas de modo que los dos se alojaran bajo un mismo techo, de manera que el facultativo tuviese más oportunidades de velar por la salud del joven eclesiástico. Gran alegría causó en la ciudad este arreglo. Se creía que era lo más acertado para el bienestar del Sr.
Servidor y capellán... respondió gozoso el eclesiástico, tratando de echar pie a tierra, ardua operación en que le auxilió el abad . ¿Y usted... exclamó, encarándose con su interlocutor es el señor marqués? ¿Cómo queda el tío? ¿Usted... a caballo desde Cebre, eh? repuso éste evasivamente, mientras el capellán le miraba con interés rayano en viva curiosidad.
El aviso, puntualmente transmitido por Olmedo, de la visita del cura puso a Fortunata en gran confusión. Pareciole al pronto un honor harto grande, luego compromiso, porque la visita de persona tan respetable indicaba que la cosa iba de veras. No se conceptuaba, además, con bastante finura para recibir a sujetos de tanta autoridad. «¡Un señor eclesiástico!... ¡qué vergüenza voy a pasar!
Esta respuesta fantástica le fué probablemente sugerida por la proximidad de los rosales del Gobernador, que tenía á la vista, y por el recuerdo del rosal silvestre de la cárcel, junto al cual había pasado al venir á la morada de Bellingham. El viejo Rogerio Chillingworth, con una sonrisa en los labios, murmuró unas cuantas palabras al oído del joven eclesiástico.
¡Ay! á juzgar por la tristeza y terror que se revelaban en las miradas del pobre eclesiástico, la batalla estaba siendo muy ruda sin que pudiera decirse que la victoria fuera segura. EL M
Era la señal de que un nuevo cura había cantado su primera misa. Nunca he subido aquí dijo don Martín, sentándose al lado de Gabriel en unos maderos que no haya visto esas banderas. El reclutamiento eclesiástico no cesa jamás. Siempre hay ilusos para llenar sus filas.
Palabra del Dia
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